24.6.16

No puedo votar de otra forma


(Esta entrada resume y enlaza mucho de lo que ha sido este blog, cuyos meandros aún no consigo desentrañar, pero que ha llegado hasta aquí, y luego seguirá hacia no sé dónde...)
Estoy habituado a las descalificaciones ideológicas, como cualquiera que haya opinado abiertamente de política toda su vida. Me han tocado de la derecha y de la izquierda.

Obviamente es difícil para quien piensa distinto imaginar que mi posición política no es el punto donde "renuncio" al pensamiento llevado por lo visceral, sino que es el punto al que me ha llevado la observación crítica de las sociedades tanto históricamente como personalmente en los ya no pocos años que me ha tocado vivir.

Soy socialdemócrata porque la socialdemocracia ha demostrado ser la ideología más eficaz que tenemos para transformar las sociedades de modo permanente y hacer más feliz a la gente, permitiéndoles vivir más plenamente, más tranquilamente, con mayores oportunidades de desarrollarse. Obteniendo resultados claramente más deseables que los obtenidos en sociedades organizadas sobre otras ideas. A las pruebas me remito.

Mi opción se debe a la constatación de que la socialdemocracia puede equilibrar derechos, libertades, justicia, igualdad de oportunidades, atención a los más débiles o desposeídos por medio de la solidaridad, el reparto equitativo de las cargas sociales y el diseño de una sociedad de bienestar donde la prioridad sea erradicar la pobreza y la desesperación.

La socialdemocracia es la izquierda eficaz, la que ha servido a más personas para vivir mejor, siendo menos emocionante que la épica de un discurso de cinco horas, un pelotón de fusilamiento o un himno cantado por el coro del Ejército Rojo. La socialdemocracia ha conseguido normalizar logros sociales que en sus orígenes eran rechazados por los poderosos. La educación de los hijos de los trabajadores, la sanidad pública y universal, las pensiones... todos fueron motivo de escándalo para las buenas conciencias del poder. Pero convertidos en derechos en un esquema socialista posibilista y progresivo, se volvieron la norma. Por eso la derecha cavernaria y la izquierda del espejismo los reclaman como propios, les rinden hipócrita homenaje verbal, los añaden a sus programas y se ven obligados a respetarlos más de lo que desearían.

No creo en fuerzas mágicas, ni en la de la historia ni en la del mercado porque nunca han demostrado su eficacia. No creo que desmontar al estado sea solución alguna, como no lo es convertir al estado en el poder único de una sociedad. No creo en los odios genéricos sino en la crítica puntual. No creo en la división binaria de la sociedad que vende el fascismo (de derechas o de izquierdas) sino en una diversidad desafiante. No creo en el simplismo, sino en la complejidad social y humana.

Cuando el socialismo democrático ha gobernado España, los beneficios obtenidos por la sociedad han sido muy superiores a las dificultades provocadas por sus errores. Todas las libertades, las leyes sociales, los derechos, han sido creados, defendidos y legislados por los socialistas, salvo cuando han sido bloqueados por la derecha cerril (de las más retrógradas de Europa) o por la izquierda regresiva (que oscila entre el amor a la violencia y las ínfulas de una grandiosidad imaginaria).

Los errores se estudian para superarlos, para aprender de ellos, para cambiar. Es inútil convertirlos en letanías sin contenido o en acusaciones vanas. Los socialistas han reconocido errores y han luchado por superarlos, aprender y cambiar, con resultados alentadores. No han alcanzado la perfección moral, pero ni la reclaman para sí ni admiten que otros se la adjudiquen. Quien se atribuye la perfección moral, miente, sea cura o profesor, mesías místico o laico. Y estoy harto de que tantos se la atribuyan a sí mismos o a sus líderes-fetiche.

Sé que no hay soluciones a todos los problemas, que gobernar es elegir, tomar decisiones. Me gustaría que las hubiera, pero la realidad opina distinto. Es más, sé que las soluciones son complejas, insuficientes, siempre, criticables por supuesto (desde la mala fe es posible argumentar contra cualquier acción, cualquiera) y muchas veces sólo valorables en perspectiva histórica. Y que no hay soluciones fáciles, porque la sociedad es un ente complejo cuyo avance no se decreta mediante bando solemne la soleada mañana en que el líder conquista el poder. Nunca ha ocurrido.

Adicionalmente soy antinacionalista y entiendo que el nacionalismo es ineludiblemente de derechas. Soy principista, porque sé que los partidos son herramientas, no fines. Creo en la militancia limpia y no en las militancias de la venganza, y prefiero los líderes electos libremente antes que los señalados a dedo o en listas tramposas. Todo ello me aleja igual de la derecha cerril que de la izquierda regresiva.

Votar al PSOE no significa que crea que el cambio se vaya a operar de modo milagroso, que todos vayamos a quedar satisfechos, que se instaure el paraíso en la tierra o que los problemas se disipen prodigiosamente al influjo de una investidura. Ni siquiera creo que todos los electos se ajustan a los más elevados estándares de comportamiento, algún pillo habrá, no hay familia sin él, pero espero con confianza que todo culpable sea echado, desconocido y acusado por su propio partido... porque ya ha ocurrido en el PSOE y no en otros partidos, sencillamente.

Votar al PSOE significa votar por lo que es posible. No por la grisura de quien ve en la ruina de media España la esperanza para la otra mitad (donde coinciden la izquierda regresiva y la derecha cerril, aunque defiendan mitades distintas). No por las promesas delirantes y las emociones desbordadas que nublan el razonamiento, no por el rencor acumulado, no por la revancha, no por la mentira, no por el engaño, no por el camorrismo y la altanería, no por la bajeza y la delincuencia (grande o pequeña) encubierta por la desvergüenza, no por el iluminadismo ni por el inmovilismo.

Y las agresiones, las descalificaciones, el pandillerismo, los insultos, la opacidad, el trolleo anónimo, la demagogia, la mentira como estrategia, la incondicionalidad del mal periodismo y el odio reconcomiado de quienes se presentan como opciones no hacen sino consolidar lo que es resultado de una reflexión profunda, votar al PSOE es votar a favor de lo mejor a lo que podemos aspirar y contra lo peor de quienes quieren instrumentalizar a toda una nación para servir a su ideología o a sus intereses antes que a su gente.

En conciencia, no puedo votar de otra forma.

1.6.16

Una mañana en el mostrador de quejas

(Manipulación CC de Atsme sobre fotos de Matskov~commonswiki; y Roger Blackwell.
Vía Wikimedia Commons)
-Hola, vengo a denunciar esto.

-A ver, sí... ummmm... esto está denunciado desde hace años.

-Ya, pero esto no se ha resuelto.

-No, claro.

-¿Cómo "no, claro"? ¡Si esto está denunciado ya lo saben!

-Por supuesto que lo sabemos.

-¿Y no lo han solucionado?

-Hay avances al respecto de esto, se han promulgado leyes, pero insuficientes porque no hay consenso parlamentario... y ha habido campañas y acciones, pero esto no es como hacer un huevo duro. Además, no depende del todo de nosotros. No somos magos.

-Entonces quiero denunciarlo.

-Bueno, si le hace ilusión. Póngase a la cola. La que sale de ese mostrador por la puerta 1 Norte.

-¡Óigame, pero si la cola da la vuelta a la manzana y sigue tres calles para allá!

-Pues sí, pero es la cola para denunciar esto. Todos tienen derecho a hacerlo si quieren.

-¿Lo mismo?

-Sí. A la gente le provoca gran placer denunciar esto, y nosotros tenemos que tomar la queja.

-Pero es un escándalo. Quiero hablar con la persona encarga de resolver esto.

-De momento está ocupada resolviendo otras sesenta y siete cosas. Si puede esperar, para mediados de agosto le puede atender, que es cuando toca dedicarle cuatro horas a esto.

-¿Cómo? ¡Pero si esto es un asunto social gravísimo!

-Sin duda, estoy totalmente de acuerdo con usted. La realidad es que hay otros varios miles de asuntos sociales gravísimos que hay que atender también.

-¡Pero esto es urgente!

-Y los otros asuntos también. Y algunos incluso más urgentes.

-¿Y por qué no ponen a más gente a resolver esto?

-¿Usted sería tan gentil de pagar el sueldo de una persona más para ello? ¿O al menos de ayudarnos a convencer a la gente de la cola de hacer un crowdfunding o un aumentillo de impuestos para contratar a esa persona y agilizar el asunto? Siquiera trabaje para convencer a la oposición que no quiere que se resuelva esto para que, precisamente, no se oponga. ¡Sería de gran ayuda!

-¡Por supuesto que no! Yo vengo denunciando esto como parte de la ciudadanía. ¡Conozco mis derechos! ¡Pago mis impuestos! ¡E insulto a la oposición en Twitter!

-No lo dudo. Los suyos deben ser unos derechos guapísimos y unos impuestos generosísimos. Como los de todos los demás. Pero resulta que tener derechos es sólo la primera parte del proceso de disfrutarlos y ejercerlos. Y las partes siguientes tienen problemas gordos, entre otros que sus impuestos no alcanzan para todo. Sin contar con que, quizás no se haya usted percatado, a la oposición sus insultos parecen resultarle insuficientes para convencerla de votar a favor de resolver esto... y otras muchas cosas.

-¡Pues a la calle con ellos!

-No es tan fácil. Les han votado y la gente parece tenerle cierto cariño a su voluntad electoral. Quizá usted tenga interés en trabajar voluntariamente con nosotros para resolver esto. Hay mucho qué hacer.

-¿No hay ONG que se encargan de esto?

-Claro que las hay. Pero, ¿de dónde saca usted que las ONG constan de voluntarios? En la mayoría, el presupuesto se usa principalmente para pagar salarios, de modo que se avanza poco en esto y mucho en el bienestar de los que instalan ONG. Por eso le sugiero que ofrezca su trabajo voluntario.

-¿Y con eso ya quedará resuelto esto?

-Mentiría si le dijera que sí. Esto que usted denuncia ocurre dentro de un complejo contexto que incluye percepciones públicas, actitudes sociales, realidades económicas, interacciones de fuerzas políticas, intereses encontrados entre distintas colectividades, una fuerte carga subjetiva y un conflicto serio de conceptualizaciones y proyectos de país. Por no volver a hablar del dinero.

-¿Y entonces?

-Entonces seguiremos trabajando para solucionar esto como se ha solucionado todo a lo largo de la historia: poco a poco, con las limitaciones que tenemos como organización, con los defectos horribles de los seres humanos que la conformamos, que entre nosotros luego se cuelan unos pillos que para qué le cuento...

-¡Eso hay que denunciarlo!

-También está denunciado, pero si quiere, la cola para volver a denunciarlo es la que sale por la puerta 4 Oeste.

-No, déjelo. Siga, entonces, ¿cómo dice que están solucionando esto?, porque no parece que lo estén solucionando y es indignante.

-... pues le decía, que se solucionará con dos pasitos para adelante y uno para atrás, con gritos y aspavientos, con mucha gente haciendo negocio con la denuncia, con unos pocos preocupados de verdad por resolverlo, con muchísimos convencidos de que denunciando y, como dicen ahora, "visibilizando", y con pancartas y artículos en el periódico, están impulsando la historia hacia adelante. Y al final se avanzará un poco. Si hay suerte, habrá avances sustantivos en algún momento. Sobre todo si se dan las condiciones para que el responsable de resolverlo pueda hacerlo sin que le den un tiro o insulten a sus hijos en la escuela o le acaben diciendo que no puede volver a trabajar en su vida y se tiene que ir de gondoliero a Venecia con una identidad falsa.

-Pero se resolverá.

-Para algunos.

-¿Cómo?

-Claro. Toda la gente de la cola quiere denunciar esto, pero no todos están de acuerdo en cuál es la solución correcta. Es decir, que no es posible resolverlo para todos. Algunos quedarán muy insatisfechos. Y vendrán a denunciarlo

-Aquí hay que poner a alguien que sí cambie las cosas.

-Sería un milagro... Pero los milagros no existen. Esto no depende de un alguien sino de muchos o de todos. Por eso cuando un alguien promete que lo resuelve todo fácilmente en dos días y lo ponen al frente del asunto, generalmente se retrocede décadas, en el mejor de los casos. En esto y en todo. Lea un poco de historia, por deprimente que resulte.

-¿Y las denuncias, entonces, no sirven para nada?

-Pues sí, sí sirven, para que no olvidemos que esto está allí, para que los encargados sientan la responsabilidad de resolver el asunto y para educar a otros. Incluso para que se sugieran mejores soluciones a esto. Pero sobre todo sirven para que el que denuncia se sienta bien, importante, rebelde, contestatario y supercuqui, y tenga algo de qué hablar cuando se va de cañas con los colegas el sábado.

-¡Está llamando irrelevantes a los ciudadanos conscientes que protestan y se indignan por esto..!

-No exactamente. La situación de la denuncia es como cuando ocurre un accidente de tráfico. Si no se avisara a los servicios de emergencia, no podrían llegar a tratar de salvar a los lesionados, detener a los responsables y restaurar el tránsito de vehículos. Pero si en el momento en que ocurre el accidente hay doscientas personas llamando al mismo teléfono de emergencia, pues al menos 195 de ellas son irrelevantes. Causan problemas, sobrecargan el sistema y no hacen nada por los heridos ni por detener al culpable, pero se sienten bien porque denunciaron... aunque estén viendo a otras 199 personas marcando el número de emergencia.

-¿Y entonces no quiere que llamen si ven esto?

-No he dicho eso. Pero si usted ve que hay veinte periodistas que viven de denunciar esto todos los días en los periódicos, si ve que hay tanta gente en las redes sociales repitiéndolo, pues subirse al carro no es una aportación demasiado enriquecedora, con todo respeto a su denuncia y a su justa indignación, por supuesto. ¿Pasa usted a la cola?

-¿Tiene prisa por deshacerse de mí?

-De ninguna manera. Pero es que esas doscientas personas que llegaron después de usted y están haciendo cola, pues también necesitan saber en qué cola ponerse para denunciar lo que quieren denunciar. Si mira para atrás, algunos hasta traen su pancarta y su megáfono de mano. Es como un uniforme.

-¿Y entonces?

-Pues vaya usted a su cola. Porque de lo del voluntariado y el crowdfunding y los impuestillos...

-¡Faltaba más! ¡Quiero denunciarle a usted! ¡Que no, que no, que no me representa!

-Vaya por el pasillo de la izquierda y por la puerta 3 Sur sale la cola de los que vienen a denunciarme a mí. Que tenga usted un buen día.