Hace mucho tiempo, cuando el gobierno mexicano preparaba su espectacularmente ridícula celebración de los 200 años de la independencia mexicana, con ese mal gusto lleno de pirámides y paradas militares que caracteriza a la cursilería disfrazada de cultura, hice un pequeño blog en Tumblr donde fui reuniendo música, pintura, literatura, personajes y otros elementos del país que pasan de noche cuando nos empeñamos en el estereotipo y la antigualla nacional.
Revisitándolo, hay entradas escalofriantes. Eran tiempos en que yo le presentaba libros a Sanjuana Martínez sin imaginar que ocho años después demostraría su sevicia contra los trabajadores de Notimex cuando esta agencia sufrió la desgracia de que Andrés Manuel López Obrador la nombrara su directora. Y Sanjuana estaba allí porque creíamos que era periodista y no plagiadora, y de izquierda y no sátrapa antiobrera. Otro tanto ocurría con Jesusa Rodríguez, cuya conversión de actriz, directora y productora en política fue el esperpento más trágico de su carrera.
Son sólo dos ejemplos de lo que ha cambiado todo en estos 14 años, aunque el blog todavía resiste en general el paso del tiempo y salvo vídeos de YouTube que el viento se llevó (siento mucho la desaparición de los de Salvador "El Negro" Ojeda, el de la Capella Cervantina, el del encuentro entre la Banda Regional Mixe de Tlahuitoltepec, Oaxaca y la Kocani Orkestar, de gitanos macedonios, un dueto de piano de Citlalli Guevara (Veracruz) y Slavina Zhelezova (Bulgaria), y el de María Tort).
El 8 de septiembre de 2010, publiqué el siguiente texto, que esta misma semana leí en mi canal de YouTube y del que varias personas me han pedido que reproduzca escrito. Lo hago reviviendo este otro blog y haciéndome cargo de cada palabra sobre todo hoy, cuando tantos han traicionado tanto.
_______________________________
SOY
Mauricio-José Schwarz
Soy más que el mariachi y el bolero, más que cuatro pintores contados y un traje de china poblana, más que la repetición ignorante de las piedras aztecas y mayas, más que la música efímera destinada a llenar de vacío todo el silencio, más que la admiración hipócrita al indígena sometido, más que un sombrero, una máscara de luchador, un lugar común repetido hasta las lágrimas, un ojo aferrado al retrovisor por miedo a lo que hay delante.
Soy más, soy mucho más que un cine oficial y un poeta oficialísimo. Mucho más que la artesanía domesticada y admirada mientras no pase de artesanía y las giras de un trío a Japón, más que paisajes asombrosos accidentalmente situados entre las fronteras de los míos, de los que se borra cuidadosamente al habitante con sus desesperaciones, sus sueños, sus 500 años de "lo mismo y lo mismo", sus 200 años de "no pudo ser" y los 100 años de "perdieron los buenos y no te lo he contado".
No soy el que odia al extranjero, el que echa mano de la palabra "malinche" para su onanismo xenófobo y chauvinista. No soy "como México no hay dos", no soy "a mí las calaveras me pelan los dientes", "mi himno es el más bonito del mundo", "que digan que estoy dormido"... no soy cuatro refranes y un pintoresco día de muertos abandonado entre 364 sórdidos días de muertos y muertas de todas las edades. No soy mero espectador del México televisual para consumo ingenuo, diplomado en la reinvención de la realidad colectiva para mayor gloria de los únicos que tienen gloria.
No soy la virgen de Guadalupe y los ensotanados que la embotellan para consumo de la desesperanza, para el pretexto pederasta, para el asesinato y la demolición del país que les provoca comezón en los dedos.
Soy Morelos y Villa, y mucho más. No soy sus huesos dudosos paseados en procesión hipócrita por quienes los odiaron siempre, sino la pulpa ácida de sus ideas. Soy los hombres y mujeres sin nombre y sin rostro que lucharon con ellos porque el mañana podía tener un poco más de sol que calentara un poco más abajo. Soy los que creyeron y no salen en los libros. Soy los que ni a tumba llegaron. Soy todos, no unos pocos.
No me agoto en el elogio a nuestros colores desprovistos de malicia, en los poetas flagelantes que alcanzan la luz sirviendo al Señor Presidente y sus sirvientes, burócratas glorificados de verso de fin de semana y premios que certifican su vasallaje con etiqueta de precio. En los cortesanos que se declaran monopolio de cuanto se siente, se piensa, se desea, se sueña, se exige sobre estas tierras y aguas.
No soy el puñadito de simplezas que me regalan en el 200 aniversario de la patria para que me admire el pasado glorioso que precede a un futuro huérfano de sueños. Soy el estruendo simultáneo de complejas culturas que no entiendo, de 56 lenguas indígenas y otras tantas de los que llegaron de todo el mundo a sumarse a ellas, de una historia abrupta y escarpada. Soy todos cuando quieren que sea nadie. No soy una bandera a la que se le rinde pleitesía mientras lo que significa se va acumulando como lo que perdimos en el camino.
Soy mexicano de todas partes, mexicano de todo el mundo, mexicano de todas las nacionalidades, mexicano de todos los idiomas, mexicano de todas las culturas, mexicano de todos los sueños, mexicano de todos los colores, mexicano de todos los sexos, mexicano de todo lo posible y no sólo lo autorizado con el sello oficial, mexicano de todas las contradicciones, mexicano de todos los mexicanos y no de los pocos que han hecho de todos objeto de exhibición de museo avergonzado.
Soy casi todo lo que ellos dicen que soy. Pero también soy todo lo que ni siquiera se imaginan que puedo ser.