Me preguntan por una posición razonable, lógica y humanista ante el problema del aborto voluntario.De entrada no lo sé, pero de entrada nadie lo sabe. Sólo puedo ofrecer algunas reflexiones tratando de ser razonable y humanitario.
La interrupción de un embarazo es un asunto en extremo delicado y conozco personas racionales y humanistas que se oponen a él en términos bastante enérgicos y con buenos argumentos.
Yo, personalmente, opino que la decisión de interrumpir un embarazo es extremadamente difícil, dura y trascendente, y por tanto sólo puede competer a la mujer implicada, no a nadie más. Puede consultar a su familia, al médico, al futuro padre, pero la decisión es de la mujer afectada. Nadie que no sea ella debería tener derecho alguno a obligarla en un sentido o en otro. Y menos aún quienes nunca podrán sufrir un embarazo no deseado por ser hombres.
Moralmente, creo que lo real se debe privilegiar sobre lo potencial, es decir, que resulta más defensible una mujer que, estoy seguro, y puedo demostrar, que es un ser humano con sentimientos, deseos, emociones, proyectos, sueños, capacidad de sufrimiento, expectativas de futuro y capacidad de ejercer su libertad que un feto que es una potencialidad que, en el futuro, podría o no convertirse en un ser humano con todas esas características y que nadie puede demostrar que es ya un humano igual a la mujer.
La donación de sangre y órganos es voluntaria, y sabemos perfectamente que si más de nosotros donáramos, salvaríamos más vidas. Pero no se obliga a nadie a donar sus órganos, ni en vida ni después de la muerte. ¿Por qué obligar a una mujer a donarle a un ser potencial todas sus necesidades durante la gestación y durante años y años por venir, cancelando todos sus proyectos por un acontecimiento fortuito? Me parece lógico que esa decisión sea también voluntaria.
También me queda claro que a lo largo de la historia distintas sociedades y culturas han considerado que la interrupción del embarazo no es la destrucción de un ser humano, sino sólo de una potencialidad. En la propia Biblia, en el libro del Éxodo 21:22 leemos "Si algunos riñeren, e hirieren a mujer embarazada, y ésta abortare, pero sin haber muerte, serán penados conforme a lo que les impusiere el marido de la mujer y juzgaren los jueces". Es decir, deben pagar una multa porque "no hubo muerte" de una persona ya nacida. En el siguiente versículo aclara: "Mas si hubiere muerte, entonces pagarás vida por vida". Entre los romanos, el infanticidio y el abandono eran comunes en caso de embarazos no deseados (o si el producto era mujer) pues no se consideraba a los bebés ciudadanos de pleno derecho. Distintos papas han expresado distintos dogmas a lo largo de los siglos, y distintas religiones tienen posiciones igualmente diversas. Así que las tradiciones e invocaciones del pasado resultan poco útiles como patrones de comparación.
Nadie sabe si existe "el alma", mucho menos si ésta es inyectada o no al óvulo en el momento de la concepción. Nadie sabe en qué momento un feto tiene conciencia de ser, emociones o sentimientos, o en qué momento tiene agencia moral, y argumentar al respecto es vano porque los argumentos se producen a consecuencia de la posición que uno tiene y no al revés, que sería lo lógico: analizar los argumentos y tomar una posición
Un baremo objetivo, que no depende de opiniones, es la viabilidad del feto. Es a partir del momento en que el feto puede vivir independientemente de la madre que se le puede considerar un individuo, pero hasta ese momento lo razonable es darle un valor superior a la mujer embarazada.
Más allá, no creo que nunca se solucione satisfactoriamente el dilema que presenta un embarazo no deseado, por lo enormemente emocional que es el tema. Como en otros casos, la sociedad debe encontrar soluciones satisfactorias que deben ser independientes de las posiciones individuales, especialmente las represivas, las religiosas, las autoritarias y las que pretenden conculcar derechos a personas reales en favor de personas potenciales.