Mi perro Teko Jones, especialista en medicina homeopática según certificado emitido por Boiron USA. |
No necesito pensar que mi perro es persona para quererlo. Es un perro, actúa como perro, ve el mundo como perro. Puedo entender algunas cosas de su visión como para establecer comunicación, hacer que tenga conductas deseables y enseñarle cómo evocar en mí conductas deseables. Pero es un perro. Todos queremos distinto a distintas personas: una pareja, un primo, un padre, un amigo, alguien que nos atrae físicamente... no tratamos de igualarlos a todos, sino que los queremos de modo distinto.
Mi perro es mi amigo, es mi compañero, cuida a Marta, pide cariño... no tengo derecho a pedirle que sea más que un perro ni a hacer numeritos de dama entrada en años con carencias emocionales y disfrazarlo de Marlene Dietrich o de Marlon Brando. Sólo puedo esperar a que sea un buen perro. Un buen tipo, un personaje entrañable, un miembro de mi familia... pero un perro.
Antropomorfizar a nuestros animales es triste. Primero porque les dice que si no cumplen nuestra irracional expectativa de ser humanos, no los vamos a querer. Segundo, le quitamos valor a lo que son como animales, perros, gatos, caballos, conejillos de indias, y les decimos que así, simplemente, no tienen derecho a esperar cariño. Caricaturiza al animal y caricaturiza a los demás seres humanos que nos rodean. Y de paso muestra la limitada riqueza de nuestras emociones.
No los queremos menos por no ser humanos. Los queremos distinto. Y así se ha forjado una complicidad de miles de años. No interfieran con su curso normal.