4.1.16

Mentira política y uno mirando

Poco antes de mudarme definitivamente España, a fines de 1998, el Partido de la Revolución Democrática (PRD) de México me encargó la realización de un festival literario, musical, gastronómico y artesanal que vendría a revivir la tradición de los festivales que en el pasado habían organizado anualmente grupos de izquierda como el Partido Socialista Unificado de México, el Partido Mexicano de los Trabajadores y, claro, el Partido Comunista.

Probablemente el último vestigio del
Festival del Sol, un boceto del cartel
que se usa para forrar una caja de cartas.
El llamado "Festival del Sol", en alusión el símbolo del partido, un sol negro de inspiración prehispánica sobre fondo amarillo, contaba con un presupuesto limitado, ambiciosos planes ilimitados y un equipo excelente de profesionales de la promoción cultural, seleccionados por mí, que sabían hacer que ocurrieran las cosas en salas de conferencias, escenarios, ferias del libro y ferias de artesanía y gastronomía. Contaba también con una gerente seleccionada por el partido, una experimentada y habilidosa profesional de la política que detestaba la idea del festival, detestaba a todo el equipo de advenedizos de fuera del partido que lo estaban organizando (ninguno de nosotros militamos en el PRD, aunque fuéramos simpatizantes y yo, personalmente, asesor de comunicación -sin sueldo- de Cuauhtémoc Cárdenas de 1993 a 1999), me detestaba a mí personalmente con entusiasmo digno de mejor causa y, sobre todo, tenía planes propios para el presupuesto que se había asignado al festival.

Para dar una idea de los niveles a los que queríamos llegar, recuerdo a la responsable del encuentro político-literario llegar a informarme un día (sería 8 de octubre) que acababa de hablar con José Saramago y que éste se disculpaba por no poder asistir al festival como se había comprometido a hacerlo porque esa mañana le habían concedido el Premio Nobel de Literatura. Vendría también Pasqual Maragall, por entonces alcalde socialista de Barcelona, junto con otros alcaldes de izquierda de varias ciudades del mundo (incluida la nuestra, claro, donde el jefe de gobierno era Cuauhtémoc Cárdenas), y el cantautor argentino León Gieco, lo mejor de la música independiente de calidad en México, las más importantes editoriales, destacadas cooperativas de artesanos y buenos restaurantes, en una mezcla heterogénea inspirada en la Semana Negra de Gijón, y sin precedentes en la ciudad de México. Al mismo tiempo había que gestionar a simpatizantes que ofrecían publicidad y servicios a precios mínimos o gratuitamente (como el cartel cuyos restos puede ver al principio de esta entrada), y ser muy cuidadosos para en ningún momento usar el poder que implicaba el que el PRD gobernaba la Ciudad de México para pedir ni aceptar prebendas, regalos, apoyos interesados o ayuda proveniente del temor de perder el favor del gobierno de la ciudad o esperando recibir favores a cambio. La organización partía de una honestidad sin fisuras. Al parecer esto tampoco llenó de júbilo a la gerente, que esperaba extorsionar un poco a los empresarios, quizá a los de las vallas publicitarias, a los de la radio, a los de los diarios, a los hoteleros, para obtener gratis elementos que teníamos que pagar (y que teníamos el dinero para pagar).

Las pocas reuniones que tuve con la gerente renuente fueron secas como el desierto y ásperas como sus arenas, pero siempre manteniendo la indispensable cortesía republicana. Bloqueó cuanto pudo los pagos de los miserables sueldos que mis responsables habían aceptado, por compromiso y amistad, cobrar por el proyecto, y desbloquearlos fue como cavar el canal de Panamá con las manos. Cuestionaba todo y nos miraba con odio mal disimulado. Qué digo mal disimulado... nunca intentó disimular que nuestra ruina sería su alegría.

Cuando la tensión subió hasta niveles excesivos, se organizó una reunión con el Presidente del PRD de la Ciudad de México, Armando Quintero. Mientras yo explicaba que nos estaban poniendo palos en las ruedas, la gerente, muchísimo más avezada que yo en la lucha palaciega (y aprovechando que yo no quería el poder ni hacer carrera en el partido, sólo quería hacer un festival guapo y además no sabía jugar ese ajedrez), me pinchó insistentemente hasta que perdí los estribos y levanté la voz, indignado por el sabotaje al que nos sometía. En ese momento, revelando más tablas que Sarah Bernhardt y que una fábrica de mesas de comedor, la mujer se derrumbó, empezó a llorar... sacó un pañuelo que tenía preparado y le dijo a Quintero que así era siempre, que yo solía entrar a su oficina gritándole, insultándola, que ella estaba sufriendo enormemente, que yo era un energúmeno y ella Blanca Nieves indefensa (su indefensión era como la de Terminator).

Recuerdo vivamente que me quedé sin habla durante unos instantes antes de defenderme y decir que no, que eso no era verdad, que yo sería incapaz de entrar a la oficina de nadie a humillarlo y hacerle llorar, sino que, al contrario, habíamos sido nosotros, los organizadores, las víctimas de las maquinaciones de la gerente, que se sonaba los mocos ante el gesto aterrado de Quintero.

No se sorprenderá usted si le cuento que el festival nunca se realizó, se cancelaron los planes, se liquidó a los trabajadores y el presupuesto se utilizó para contratar a un famoso compositor mexicano (no diré nombres, pero es un pianista yucateco bajito de fama internacional) para que amenizara la fiesta de fin de año del partido, ya no para todos los habitantes de la ciudad, sino para los dirigentes y algún militante.

En 2003 se hizo un festivalillo llamado, que ya se tenía la marca, "Festival del Sol", para celebrar el aniversario del partido. El compromiso era celebrarlo cada año. Nunca se volvió a llevar a cabo.

¿Y a qué viene esto? Aunque yo, como todos los seres humanos, estoy familiarizado con la mentira, hay un nivel de mentira descarada, preparada, malévola, manipuladora y fríamente calculada que me deja tan helado como la capacidad de la violencia física porque, seguramente debido a algún problema en mi desarrollo neurológico-cognitivo, no puedo concebir que alguien haga eso y, por supuesto, estoy impedido de hacerlo yo mismo.

Y ese nivel de mentira lo he visto en acción pocas veces. Con alguna directiva de movimiento universitario formada en la IV Internacional, por ejemplo, que ya he contado, y, últimamente, en las falsas negociaciones de Podemos para decidir la alcaldía de Gijón y los presupuestos de Asturias. En ambos casos, vi a aquella colmilluda experta en política manipuladora de viejo cuño reflejada en los dirigentes del presuntamente nuevo partido para llevar adelante su proyecto sin un ápice de buena fe. Si yo había querido hacer un festival bastante inocente, el PSOE e IU en Gijón habían querido hacer un ayuntamiento que funcionara de la mejor manera basado en 36 acciones bien identificadas y hasta estudiadas en el punto crítico que es "¿de dónde sale el dinero para esto?" o, como dicen los economistas, ¿quién lo paga?, mientras que también el PSOE e IU a nivel asturiano habían desarrollado juntos el presupuesto más social de la historia, con más del 69% de los recursos dedicados a gasto e inversión social, dejando libre apenas el mínimo para mantenimiento, servicio de la deuda y gasto corriente.


Fragmento de la reunión de falsas negociaciones entre PSOE, IU
y la marca de Podemos en Gijón.

Pero la gerente no quería festival, quería el dinero. Y la marca de Podemos en Gijón no quería un ayuntamiento operativo, quería impedir que el PSOE gobernara y para ello acabó entregando la alcaldía a la ultraderecha de Paco Cascos. Y los hace poco okupas profesionales de Podemos Asturias no quisieron nunca tener unos presupuestos que resolvieran problemas, sino dinamitar el gobierno del PSOE porque en ello ven su futuro político, aunque para ello tuvieran que actuar concertadamente con el PP.

La derecha y Podemos unidos para tirar unos presupuestos sociales.

No soy ingenuo, o al menos no del todo. Sé que la política es el arte de la simulación en gran medida, que se hace por el poder y no sólo para que los idealistas veamos concretadas medidas benéficas para los más precarizados de la sociedad, y que los dirigentes juegan juegos en los que uno en las bases no participa y a veces ni conoce. He visto también, mientras cronicaba la lucha en la Ciudad de México, a políticos con grandes ambiciones pastorear a ciudadanos que luchan por la vivienda y usarlos como escalón para subir a puestos desde los cuales nunca más bajarán la vista para verlos de nuevo.

Pero que sepa que eso existe no hace más agradable la experiencia de darse con él de frente, sobre todo cuando generalmente ocurre en dos contextos: cuando un delincuente es pillado con las manos en la masa y proclama su inocencia... y en política, cuando se oculta el objetivo real para engañar a la gente... y de hecho ya se tiene preparada la campaña publicitaria que le echará la culpa al adversario de que se rompan las negociaciones que en realidad no se querían tener porque no hay disposición a negociar.

Y estos recuerdos, algunos ya añejos, otros de junio de 2015 y otros de hace unas semanas, me hacen ver el diálogo del PSOE con Podemos en condiciones similares. La hoja de ruta de los zares de Somosaguas no cambiará haga lo que haga el PSOE, porque su objetivo es alcanzar el poder, y mientras no lo alcancen, no harán mucho por la gobernabilidad sino que harán lo posible por agudizar leninistamente las contradicciones del sistema que pretenden demoler, a fin de que éste mismo colabore a su destrucción siguiendo las leyes marxistas de la historia que siempre fallan, pero ése es otro tema. No creo en la honestidad ni en el interés de la formación de Somosaguas en negociar nada en serio, y sí en usar las negociaciones para denigrar, acusar, humillar y atacar al PSOE planificando el "sorpasso", la remontada, el adelantamiento del PSOE por parte de Podemos que ha sido su objetivo explícito. Ninguna otra cosa les interesa, como a mi gerente no le interesó nunca nada más que ponerle las manos encima al presupuesto del Festival del Sol para hacer con él otra cosa que más le gustara y mayor rédito político le pudiera aportar.

Entenderá usted, pues, que a veces, sobre todo en el accionar de la peor parte de la izquierda, no sienta yo tantas diferencias entre México y España, no sienta que me separa de entonces y ahora ni un océano ni 17 años, ni sienta diferencia entre la derecha y esa peor parte de los nuestros, porque el enemigo, al final, son los mismos. Y se unen con frecuencia.

En Extremadura, como en Asturias, la "nueva política" vota
con el PP y Ciudadanos por así convenir a su proyecto.

Y entenderá que me preocupe porque, pocos años después de aquél incidente, los políticos avezados como mi gerente se apoderaron totalmente del PRD, convirtiéndolo en cómplice del PRI, en agencia de colocaciones y reparto de dineros corruptos y modelando un primoroso desprecio a las necesidades de las mayorías, que primero tienen que aplaudir y después ya veremos si las conducimos o no hacia donde deben ir, porque solas se pierden, ya sabe usted. Si no, no necesitarían líderes absolutos. Ni en México ni en España.