19.9.19

La necesidad de Tom Paine

El domingo pasado estuve tomando fotos en una maravillosa recreación de una batalla de la guerra civil española que hace un grupo de vecinos llamado "Frente del Nalón" en el pueblo de Grullos, en Cándamo, Asturias. Como se puede ver en estas fotos que tomé, el trabajo es verdaderamente espectacular. Vienen incluso aficionados de otros lugares, como un grupo de jóvenes polacos, para participar en la celebración, y el cuidado en el aspecto histórico de cada detalle, la pasión con la que hacen el trabajo de revivir la historia, son tan contagiosos que, comentaba yo, los fotógrafos a nuestra vez estábamos recreando la pasión de los genios de la fotografía que hicieron la crónica visual de la guerra, como Robert Capa o Gerda Taro.



Entre los visitantes que recorrían el museo vivo instalado en un parque del poblado para luego asistir a la recreación, vi a dos británicos cerveza en ristre, uno de los cuales llevaba un curioso pin que decía "Bones of Paine", "los huesos de Paine", y fui a preguntarle si ello tenía que ver con los huesos de Thomas Paine, el gran ilustrado. Los dos británicos asintieron, se rieron mucho, el de la foto se quitó el pin y me lo regaló, después de lo cual nos tomamos esta foto.


Les sorprendía que conociera yo a Paine, y me quedé pensando en lo poco que se conoce a uno de los más grandes pensadores de la Ilustración, al primero que se atrevió a decir cosas que hoy nos parecen por una parte bastante normales pero por otra enormemente progresistas, una hazaña para un inglés que vivió de 1737 a 1809.

Porque hoy necesitamos intensamente a Thomas Paine, a sus ideas y, sobre todo, a su compromiso con los principios. En tiempos donde la política parece prescindir precisamente de los principios, en tiempos de populismo y de tomas de decisiones nacidas de lo más visceral y lo más primitivo, del sentido del tribalismo y el odio al "otro", ese mítico otro que algunos quieren hacer siempre más grande, excluyendo a más y más personas de su entorno elitista de un "nosotros" tan imaginario como endogámico, hacen falta los principios y, sobre todo, la memoria de que los cambios sociales profundos, duraderos y que hacen mejor la vida de las comunidades humanas nacen precisamente de los principios y no del mesianismo, el odio, el engaño, el discurso delirante y las sociedades convertidas en turbas linchadoras con las antorchas habituales.

Thomas Paine

Si todo mundo necesita conocer a Thomas Paine,  más lo deberían tener presente quienes hablan de la Ilustración sin tener claro a qué se refieren, y muy en especial a quienes desprecian el pensamiento ilustrado, convencidos de que sus dogmas cancelan la relevancia del salto que representó para todo el mundo la Ilustración, ese tsunami de ideas nuevas que en los siglos XVII y XVII fue la extensión hacia la sociedad, la política y la vida cotidiana de las actitudes críticas y libertadoras de la Revolución Científica del siglo XVI-XVII.

Necesitamos las ideas de ese Thomas Paine que, después de menos de cinco años de escuela básica, se dedicó a las labores de su padre – la agricultura en tierras alquiladas a algún señor y la fabricación de gruesas cuerdas para la navegación a vela – para luego ser desde marinero hasta cobrador de impuestos pero, asombrosamente, también maestro de escuela.

Un buen profesor de escuela es más útil que cien sacerdotes.
-Tom Paine, La edad de la razón, 1794 

En 1772, Paine empezó a involucrarse en política, exigiendo al Parlamento mejores salarios y condiciones de trabajo para los cobradores de impuestos, escribiendo su primer obra política "El caso de los oficiales fiscales", que le costó que lo echaran del trabajo. Para no caer en prisión por deudas, vendió todos sus bienes y se fue a Londres donde conoció a Benjamin Franklin, el científico y pensador ilustrado estadounidense, quien le invitó a emigrar a la América colonial británica, lo que hizo a fines de 1774.

En marzo de 1775, escribiendo en una revista, Paine publicó Esclavitud africana en América, un artículo abolicionista que condenaba la esclavitud como "una atrocidad para la justicia y para la humanidad". También fue defensor de los derechos de los trabajadores a participar de los beneficios de la producción.

Mi país es el mundo y mi religión es hacer el bien.
-Tom Paine

Un recién llegado, pues, tenía el descaro de atacar la institución económica fundamental de las colonias, y que lo seguiría siendo durante casi cien años: la esclavitud. Pero al hacerlo, Paine era simplemente leal a sus ideas. Igualmente, cuando comenzó la guerra de independencia, analizó las dos corrientes que se enfrentaban entre los colonos. Algunos querían seguir siendo parte de Inglaterra, y exigir al rey Jorge III únicamente derechos de representación en el Parlamento, como los había obtenido Escocia al unirse a Inglaterra formando el Reino Unido en 1706. Otros buscaban la independencia absoluta, algo verdaderamente audaz ya que los enfrentaba al más poderoso ejército de ese momento, al imperio británico indiscutido.

Paine se inclinó por los segundos, convencido de que la monarquía era una forma absurda de gobernarse, y que el sentido común indicaba que los seres humanos debían gobernarse a sí mismos de modo democrático en una república. En defensa de estas ideas, escribió su panfleto de 1776 Common Sense (Sentido común), que convenció a muchos de que la ruptura con Inglaterra era el único camino. No gustó a muchos, sobre todo porque su democracia era tan radical que defendía el sufragio universal, cuando algunos padres de los Estados Unidos seguían convencidos de que sólo deberían poder votar los hombres que tuvieran tierras en propiedad. A otros les gustó aún menos por sus despiadadas críticas a la religión organizada y a las iglesias y sus ministros.

Menos de un año después, ayudaría a darle forma al nuevo país con otro escrito: The American Crisis (La crisis americana).

Discutir con una persona que ha renunciado al uso de la razón
es como administrarle medicina a un muerto.
-Thomas Paine 

De vuelta en Londres, consumada la independencia, en 1791 salió en defensa de la revolución francesa de 1789 y de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano con otro escrito esencial, The Rights of Man (Los derechos del hombre), muy legible todavía, que no consiguió que se publicara en Inglaterra y salió a la luz finalmente en Francia. Igualmente, se relacionó con Mary Wollstonecraft, la feminista británica madre de la autora de Frankenstein,  Mary Shelley. Paine también creía en la igualdad de derechos de las mujeres e influyó en la obra esencial de Wollstonecraft, A Vindication of the Rights of Woman (Una reivindicación de los derechos de la mujer) de 1792. Antes, Wollstonecraft había escrito A Vindication Of The Rights Of Men (Una reivindicación de los derechos del hombre) defendiendo la obra de Paine.

La segunda parte de The Rights Of Man, publicada en Londres, mostraba cómo debería ser un gobierno representativo en una república democrática con sufragio universal, incluyendo una serie de programas sociales para aliviar la pobreza de la gente utilizando un sistema de fiscalidad progresiva, es decir, que mientras más acaudalados fueran los ciudadanos deberían ir pagando proporcionalmente más impuestos, a fin de redistribuir parte de la riqueza... una propuesta que hoy defiende el socialismo democrático y que rechazan enérgicamente los "liberales" que se dicen –falsamente– herederos de la Ilustración.

Es deber de todo hombre, en la medida de sus capacidades,
detectar y exhibir el engaño y el error
-Thomas Paine

De inmediato, Paine y su editor fueron acusados y enjuiciados por difundir un libelo sedicioso, mientras que sus enemigos promovían sesiones de odio contra Paine y quemas de su efigie. Paine tuvo que huir a Francia, donde la revolución le dio la ciudadanía francesa honoraria mientras en su propio país se le condenaba en ausencia a no volver a pisar tierras británicas. Pese a no saber francés, se le eligió a la Convención Nacional como diputado por el distrito de Pas-de-Calais. Como diputado, estuvo en en el comité que redactó el Proyecto Girondino de Constitución de 1793, ambicioso proyecto que no fructificó.

Sin embargo, el 16 y 17 de enero de 1793, Paine votó en contra de la pena de muerte para el depuesto rey Luis XVI debido a su convicción de que la pena capital era inhumana e inaceptable. Fue fiel a sus principios, a diferencia del cínico Robespierre quien diría, al emitir el primer voto: "El sentimiento que me llevó a pedir la abolición de la pena de muerte es el mismo que hoy me obliga a exigir que se le aplique al tirano de mi país".

(¿El mismo sentimiento, Maximilien?)

No se podía esperar algo menos que esa miseria moral y falta de principios de quien establecería por esos tiempos el terror como forma de gobierno, destrozando los ideales de la revolución francesa y su futuro. Y Paine lo sufrió en carne propia. Enemistado con Marat y Robespierre, en 1794 fue a dar a la cárcel y a punto estuvo de perder la cabeza en la orgía de guillotina y odio que sustituyó a la Declaración de los Derechos del Hombre. Pero en 1795, ya libre, Paine volvió a la Convención y volvió a resultar incómodo, pues votó contra la nueva constitución porque eliminaba el sufragio universal en el que él creía firmemente.

Los siguientes años se dedicó a hacer inventos y diseñar puentes, que era menos amargo.

Donde el conocimiento es una obligación, la ignorancia es un crimen.
-Thomas Paine

En 1800, Napoleón se le acercó llenándolo de elogios por The Rights Of Man, pero pronto Paine se dio cuenta que iba para dictador y no era un demócrata. Llamó a Napoleón "el mayor charlatán existente"... y tuvo que huir de nuevo. De vuelta a Estados Unidos, a su pequeña casa en New Rochelle, la única que poseyó en su vida, también denunció los tejemanejes de Washington como presidente. Los religiosos estadounidenses lo odiaban por su The Age Of Reason que denunciaba los males de las religiones (pese a ser de origen cuáquero y anglicano Paine devino deísta como muchos ilustrados), mientras que los federalistas detestaban las ideas igualitarias de The Rights Of Man y también lo atacaban continuamente.


Defensor de la ciencia y la razón, igualitarista, demócrata, antiesclavista, opuesto a la pena de muerte, promotor de la fiscalidad progresiva, feminista y fiel a sus principios aunque se quedara solo, Paine es el ilustrado de los illustrados, una luz para cualquier oscuridad, la esencia misma del progresismo surgido de la razón.

Y como los británicos son británicos, le hacen canciones a gente como Tom Paine. Ya quisiera yo que se las hiciéramos a Jovellanos o a Severo Ochoa, por ejemplo, soñar es barato, pero no se les hacen. El caso es que me entusiasma mucho una canción de Graham Moore dedicada precisamente a los huesos de Tom Paine.

Primero la canción y luego explico lo de los huesos. Aquí una interpretación del excelente grupo Larún, que tiene entre sus filas a uno de los mejores gaiteros españoles, Borja Baragaño.


La letra dice:
Mientras soñaba una noche
Junto a un río de descontento,
Me topé de frente con el viejo Tom Paine
Que iba corriendo por el camino.
Dijo: "No puedo parar ahora, hijo,
el Rey Jorge me persigue
Querría atarme una soga al cuello
Y colgarme del árbol de la libertad". 
Coro:
Pero bailaré al ritmo de los huesos de Tom Paine
Bailaré al ritmo de los huesos de Tom Paine
Bailaré con las botas más viejas que tengo
Al ritmo de los huesos de Tom Paine 
"Solo hablé de libertad
Y justicia para todos
Pero desde la primera palabra que dije
He tenido enfrente el cañón de una arma. 
Dicen que prediqué la revolución
Déjame decir en mi defensa
Que todo lo que hice donde quiera que fui
Fue decir cosas de mucho sentido común." 
El viejo Tom Paine corrió muy rápido
Me dejó de pie quieto
Y ahí estaba yo con un trozo de papel en la mano,
De pie sobre la colina 
Decía: "Ésta es la edad de la razón,
Éstos son los derechos del hombre,
Deshagámonos de la religión y la monarquía",
estaba escrito en el plan de Tom Paine. 
Allí yace el viejo Tom Paine,
Nadie ríe y nadie llora
A dónde se fue o cómo le va
Nadie lo sabe y a nadie le importa...
Pero bailaré al ritmo de los huesos de Tom Paine...
Thomas Paine murió en la pobreza y, más que olvidado, detestado por muchos que no soportaban que dijera lo que pensaba, que pensara cosas razonables y que no actuara con la hipócrita flexibilidad del cortesano, el poderoso y el servil. A esa gente siempre le molestan los principios, la razón y la verdad. Temeroso de que se le inventara una conversión de última hora, Paine se hizo acompañar en sus últimos días por la viuda de su amigo Elihu Palmer. Paine fue enterrado en su rancho de New Rochelle, Nueva York después de que se le negó el entierro en el cementerio cuáquero local porque era deísta, tema que provocó graves divisiones entre los fieles de esa secta. A su funeral asistieron únicamente seis personas.

Pero diez años después, un antiguo adversario de Paine convertido en su admirador, el periodista y parlamentario William Cobbett, cocinó en 1819 (10 años después de la muerte del pensador) la peregrina idea de robar los restos de Paine y enterrarlo en Inglaterra, convencido de que los huesos promoverían el progresismo en el país de origen del incómodo racionalista. Lo desenterró clandestinamente y envió los huesos a Inglaterra como mercancía común en una caja.

Pero a nadie pareció impresionarle el hecho y no pasó nada. Cobbett y los restos del reformador fueron objeto de burlas de todo tipo.



Cobbett propuso construir un mausoleo para Paine, pero nadie aportó fondos. Luego trató de vender anillos que llevaban cabellos del pensador, pero no tuvo compradores. Guardó los huesos hasta su propia muerte en 1835. Entonces, su hijo mayor y heredero vendió todas las posesiones de Cobbett, pero no pudo hacerlo con los huesos de Paine, que legalmente no se podían considerar una propiedad, así que se los regaló al secretario de Cobbett y allí se perdió su rastro. El New York Tribune especulaba que había sido enterrado en un atrio inglés o en Francia. Leyendas sobran... y sobra gente que dice tener alguno de los huesos de Tom Paine, su cráneo, un dedo o su mandíbula, o que sus huesos fueron convertidos en botones.

Pero los huesos de Paine se convirtieron, finalmente, en un símbolo de los derechos, la razón y la libertad. Todavía en agosto, la Biblioteca de la Clase Trabajadora del Reino Unido lo recordaba con una marioneta con los huesos de Paine. El diseño del pin que me regalaron es de la misma biblioteca. Los perdidos huesos de Paine evocan la memoria de los escritos y luchas del gran ilustrado. Y la idea de que sus huesos anden por el mundo, decía un miembro de la sociedad histórica que guarda su legado, tiene algo de poético. El mundo era su país... y lo sigue siendo.

Necesitamos a Tom Paine.

Cuando contemplo la dignidad natural del hombre, cuando
siento (porque la Naturaleza no ha sido tan amable conmigo
como para mitigar mis sentimientos) el honor y la felicidad
de su carácter, me irrita el intento de gobernar a la
humanidad por la fuerza y el fraude, como si todos
fueran bribones y tontos, y apenas puedo evitar
el asco hacia aquellos que así se imponen.
–Thomas Paine