3.12.15

Querido José Saramago: máquinas en Marte y asesinatos


Querido José: es un mundo normal, un mundo en el que nadie manda y controla como quieren creer los conspiranoicos, donde la gente buena hace cosas buenas, la gente mala hace cosas malas y los problemas difíciles son difíciles de solucionar.

Te explico, José, querido, por el cariño que te tengo desde dos o tres de tus libros (no todos, a veces eras una fábrica de ladrillos). Mandar máquinas a Marte es relativamente fácil. Hay una serie de problemas bien conocidos, de matemáticas, física, materiales y recursos. Con una cantidad minúscula de dinero (2500 millones de dólares en el caso del Curiosity) gastada una sola vez y con la inteligencia de muchos hombres y mujeres nobles y decididos unida para resolver esos problemas (insisto, difíciles pero bien delimitados) puedes alcanzar el éxito.

Pero cuando hablas de "detener el asesinato de un ser humano" estás hablando de un problema infinitamente más complicado, lleno de variables ocultas, de subjetividades, de interacciones que no están sujetas a leyes relativamente simples (como las de la gravitación o la relatividad). Es más, no sabemos todavía, ni parecemos estar cerca de, desentrañar todas esas variables e interacciones y expresarlas en ecuaciones matemáticas con la certeza con la que sabemos que E=mc2.

En el mundo se calcula que hay entre 1200 y 1300 asesinatos cada día. Estas tragedias son el resultado de la interacción de 7000 millones de seres humanos en un marco de lo más variable en cuanto a educación, riqueza, creencias, geografía, patologías, clima, costumbres y visiones, de correlaciones de fuerza y de motivaciones. Alguno matará a su pareja porque cree que le pertenece, y sus vecinos dirán que parecía normal y siempre saludaba. Otro matará porque es su profesión y se lo ha ordenado el tirano que le paga el salario. Otro lo hará para robar porque es pobre, porque es delincuente profesional o por ineptitud. Alguno lo hará por ser un psicópata incapaz de empatizar con los seres humanos a su alrededor. Uno más lo hará por abuso de autoridad. Algunos sin duda estarán movidos por el miedo y la legítima defensa. No pocos lo harán porque consideran que su dios se los manda y están haciendo justicia cuando asesinan, decapitan, ahorcan, crucifican y torturan a sus víctimas. Y algunos pensarán que es la mejor acción política para tomar el poder e instaurar el paraíso por decreto. Faltan muchísimos contextos de "un asesinato" que conforman el líquido triángulo "motivo, medio y oportunidad" de los viejos criminólogos.

Alguien tan listo como tú, pese a tu recurso ocasional al simplismo, podrá ver rápidamente que los dos hechos que quieres comparar son incomparables en prácticamente todo salvo en que ambos son muy deseables: mandar máquinas a Marte (y mucho más allá) y evitar asesinatos.

Pero así como estás alerta a la llegada de máquinas a Marte, motivo de enorme júbilo para todos, porque crece nuestro conocimiento, crece nuestro asombro, crece nuestra capacidad de soñar y crece nuestra capacidad de entender el universo, que no es poca cosa, siento que has pasado por alto los muchos asesinatos que hemos detenido gracias a la razón y el pensamiento ilustrado.

Hasta hace no muchos años, los estados asesinaban como parte de su trabajo de gobierno. La lucha contra la pena de muerte ha tenido bastante éxito en las culturas de la Ilustración, aunque quede camino por andar. Se han creado leyes cada vez más claras y una situación económica tal que se han abatido las tasas de asesinato.

Hasta hace no muchos años, cuando el poderoso mataba al débil, su impunidad estaba garantizada. La violencia era considerada un recurso legítimo. En el 1200, la tasa anual de homicidios en Europa Occidental era de 100 por cada 100 000 habitantes. Hoy es de 1. Quiere decir eso que, pese a la complejidad del problema, hemos aprendido a evitar 99 asesinatos por cada 100 000 habitantes. Redondeando la población europea a 400 millones, hoy evitamos 396 000 asesinatos al año sólo en Europa occidental.

El gasto total en legislación, policía, servicios médicos de urgencia, educación, concienciación social, cambios políticos y estudios sociológicos y psicológicos que han favorecido este extraordinario cambio es incalculable, pero 2 500 millones de dólares es una bicoca para esa hazaña colectiva, sobre todo porque en vez de ser gastos por una sola vez, son gastos que todos tenemos que hacer todo el tiempo, a nivel nacional, regional y municipal.

Los 4000 asesinatos que aún se cometen en Europa (un poco menos, en realidad) siguen siendo un problema y nadie querría minimizarlos, pero también es injusto presentar una afirmación que parecería dar a entender que como especie nos hemos ocupado más por poner máquinas en Marte (hemos puesto realmente sólo unas 14) que por evitar la muerte de nuestros conespecíficos (hemos evitado millones). Esa impresión sería una horrible injusticia hacia una especie que ha luchado por progresar social, económica y moralmente. Hacemos mucho por evitar asesinatos, y lo hacemos con más éxito que en toda la historia humana, desde Hammurabi. Lo mucho, muchísimo que falte por andar, y lo desgarrador que personalmente nos resulten esas carencias - hambre, muerte, dolor, esclavitud, violación, tortura, injusticia - no son pretexto para unirse a la manada del autoodio, la misantropía y el desprecio por la humanidad, o por algún sector de la misma como el de los científicos.

Un gusto, José, y reitero mi tristeza por no haberte podido conocer cuando organizábamos aquel festival en México, proyecto que se truncó, como le dijiste por teléfono a Marcela, "porque hoy me han dado el Nobel de literatura".

Saludos,
Mauricio

(Este cartelito lo hace circular "hartos.org", uno de los membretes que desde 2011 organizan y capitalizan la crisis desde la oscuridad, con líderes que se ocultan eficazmente hasta que es hora de presentarse a las elecciones bajo tal o cual marca electoral... para luego exigir "transparencia" a todos los demás. Como suele ocurrir con estas organizaciones, su opacidad es sólo comparable a su negativa a asumir la complejidad de los problemas y su promoción propagandística del simplismo y el "esto no se arregla porque son malvados y no quieren". Y así nos va.)

19.11.15

El PNAC, Irak y los analistas de datos sin datos

La página del PNAC en febrero de 2004. Vía The Internet Archive.

En esta época de analistas súbitos y expertos instantáneos, cuando una Beatriz Talegón puede gritar que Estados Unidos financia a "al-Nursa" (que es "al-Nusra", ver Nota 1 abajo) y una señora que cobra bien como "analista" puede olvidarse de que lo que hoy es el Daesh nació en 1999 (ver Nota 2 abajo) para que le cuadre su objetivo poco analista y sí muy político de demostrar que la culpa de todo la tiene Estados Unidos (que tiene culpa de mucho, pero no de todo), quizá vale la pena hacer un poquito de historia para quien se interese.

¿Por qué invadió Estados Unidos Irak? Las explicaciones simplistas van habitualmente sobre el petróleo. Incluso en la oposición a la guerra de Irak (en la que servidor participó activamente) era molesto darse cuenta de que los manifestantes no sabían que Irak es apenas el 8º productor mundial de petróleo (para mejorar su posición, Saddam Hussein había invadido Kuwait en 1990, en una agresión que provocó la Primera Guerra del Golfo, en la que entró una coalición con mandato de la ONU entre otras cosas para defender a Arabia Saudí de una muy posible invasión iraquí). Algunas otras explicaciones son aún más delirantes, aunque quizá ninguna como la que esgrimió la administración Bush para emprender su desastrosa intervención militar (las armas de destrucción masiva que los inspectores de la ONU sabían que ya no existían, aunque sí existieron y las usó el salvaje Saddam).

Pero incluso hoy, al analizar la guerra de Irak y sus consecuencias (porque es un factor importante en el panorama aunque no sea, como quieren muchos, EL gran factor absolutamente determinante sin el cual Oriente Medio sería una Arcadia pastoril) resulta inquietante que casi ningún analista en España, al menos, mencione el Project for the New American Century (Proyecto para el Nuevo Siglo Estadounidense) y su visión delirante que marcó en gran medida la política exterior del gobierno de George W. Bush.

El Project for the New American Century fue un think-tank neocon donde operaban desde 1997, es decir, cuatro años antes de ser "electo" Bush, los ideólogos (es un decir) que soñaban con un siglo de hegemonía estadounidense basada en los "principios" (también es un decir) de Reagan. Su esencia doctrinal (aquí su "Declaración de principios") era que el liderazgo de Estados Unidos era bueno para el mundo y debería consolidarse para traer un siglo de prosperidad y paz... con una visión económicamente neoliberal y social y políticamente neoconservadora.

Diez de los participantes del PNAC trabajaron en la administración Bush, y en puestos de importancia como Dick Cheney, Donald Rumsfeld y Paul Wolfowitz (la crême de la crême neocon y guerrerista). Los fundadores del grupo fueron William Kristol, activista neocon que fue jefe de personal de Dan Quayle durante el gobierno de Bush, y Robert Kagan, historiador y analista. Ambos viven hoy en los alrededores del siniestro Tea Party de la extrema derecha estadounidense.

Una de las bases de la nueva hegemonía que debía desarrollar EE.UU., desde su punto de vista, era la invasión de Irak. Desde 1977, Paul Wolfowitz había concluido que Irak podía convertirse en una potencia regional en Oriente Medio y tal debía evitarse a toda costa. Después de la primera guerra del Golfo Pérsico, se fortaleció su idea de que era geoestratégicamente indispensable deshacerse de Saddam Hussein y promover un nuevo régimen en Irak para impedir que naciera una potencia no alineada con EE.UU.

La carta a Clinton, publicada en el propio sitio Web del PNAC.

En 1998, apenas formada la organización, le exigió a Clinton por carta la invasión de Irak, y sus integrantes dedicaron los años siguientes a buscar un casus belli contra Irak (que por otro lado no era ningún paraíso para los iraquís, Saddam y sus hijos eran unas bestias cuya barbarie y salvajismo corresponden a un relato de Stephen King). Los atentados del 11-S les dieron ese pretexto, pésimamente mal manejado, pero consiguieron su objetivo.

Más que petróleo, armas de destrucción masiva o relación con Al-Qaeda, un proyecto hegemónico delirante abiertamente detallado en los documentos de la organización, que por cierto siempre fueron públicos.

Y los analistas de la guerra de Irak (los mismos que se sienten con la clarividencia necesaria para determinar que esa invasión fue la causa de todos los males de hoy) ni siquiera saben de la existencia del PNAC.

Desbandado en 2006 ante el desastre de Irak, Kagan y Kristol lo refundaron como la Foreign Policy Initiative.

Si tus analistas no saben siquiera qué fue el PNAC, quizá debas tomarte con un poco de precaución sus brillantes explicaciones sobre el mundo y sus por qués, sobre Siria, el Daesh, los atentados, la respuesta a los atentados y la toma de decisiones en un mundo complejo y cuando no se sabe con ningún grado de certeza qué consecuencias pueden traer unas u otras decisiones porque quienes las toman no son infalibles, profetas ni controlan la enorme mayoría de las variables en un mundo incierto.

Seguramente, seguramente, las cosas no son tan simples como las quiere el nivel de análisis político de juguetería "Beatriz Talegón y sus amigos". Nunca lo han sido.

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Nota 1: La hipersimplificación de Talegón usando palabras y conceptos cargados para hacer demagogia choca con desventaja contra la complejidad del problema. La organización a la que se refiere tergiversando su nombre es "al-Nusra", la rama de Al Qaeda en Siria, que es parte de la complejísima coalición rebelde contra el-Assad  en la que juegan 7 grupos islamistas radicales, 9 grupos laicos y no menos de 13 organizaciones kurdas formadas en bloques. En concreto, los islamistas no han recibido ningún financiamiento de occidente, que apoya a los grupos laicos, en particular el Ejército Sirio Libre y el Comando Militar Supremo. Todos ellos (no "buenos", ni mucho menos) contra el ejército de el-Assad, un dictador sanguinario, torturador y bestial apoyado por las armas y el dinero de Rusia y China, que es quien más civiles ha matado en los más de 4 años de guerra. Toda esta información por supuesto desborda los límites de quienes viven en el simplismo binario.
Nota 2: Lo que hoy es el Daesh nace de la mano del jordano Abu Musab al-Zarqawi en Afganistán, en 1999, con el nombre Jama'at al-Tawhid wal-Jihad, que significa "Organización para el Monoteísmo y la Jihad" y su rasgo distintivo ante al-Qaeda, al-Nusra y otras es su concepción del takfir, la forma en que un musulmán puede denunciar a otro como kafir o apóstata, justificando así su asesinato. al-Zarqawi estaba convencido de que los sunnitas como él debían matar a todos los shiítas para terminar la guerra iniciada por la sucesión a la muerte del profeta. Cuando EE.UU. invadió Irak, a quienes atacó al-Zarqawi fue a shiítas. En 2004 le juraron lealtad a al-Qaeda y en 2006 crearon el Estado Islámico de Irak que eventualmente se separó de al-Qaeda. La historia tiene muchas más complejidades y sutilezas igualmente poco amables para la mentalidad en blanco y negro de algunos.

14.11.15

Una cultura mejor

Raif Badawi, bloguero laico de Arabia Saudí, con sus tres hijas. Ellas y su madre están a salvo en Canadá. Él, condenado
a 1000 latigazos y 10 años de cárcel por usar la palabra.
Anoche, invitado por Ateus de Catalunya mediante su presidente Albert Riba, di una charla sobre ateísmo, laicismo, materialismo, etc., en Barcelona. Cuando terminaba, y después de pedir solidaridad con Raif Badawi, víctima de la barbarie religionista en Arabia Saudita, las cosas me llevaron a terminar la charla con algo que no tenía preparado.

Lo parafrasearé y ampliaré, ya que no recuerdo las palabras exactas.

Cuando se habla de multiculturalidad y de esa equidistancia relativista que propugna el pensamiento posmoderno, yo no puedo estar de acuerdo.

Pertenezco a la cultura de la Ilustración, de la revolución científica. Una cultura que cree en la libertad y cree que todos los seres humanos tenemos derechos, los mismos derechos.

La cultura de la Ilustración, laica, democrática, progresista, no es igual que la cultura de las religiones.

La cultura de la Ilustración cambia, busca mejorar, se reevalúa, comete errores y horrores y atrocidades, pero lucha por corregirlos, los critica, los analiza, los rechaza. Es aterradora, pero mil veces menos aterradora que la de la religión.

La cultura de la Ilustración tiene un largo camino que andar en igualdad, en respeto a grupos marginados u oprimidos, como las mujeres. Ha aprendido, por ejemplo, que la esclavitud, la tortura o las ejecuciones brutales no son aceptables, que expresar las propias ideas no debe ser delito, que el pensamiento libre es un valor para la sociedad, que la educación es necesaria, que el conocimiento es un aliado, que la justicia debe ser igual para todos... y en ese proceso, cuando menos, ha andado una parte del camino que ninguna otra cultura ha andado.

La cultura de la Ilustración critica el racismo, el sexismo, la violencia, el sufrimiento, acepta que los datos nos dicen que la esclavitud es inaceptable, que la discriminación es insostenible, que humillar o decapitar a alguien por ser musulmán, budista o ateo no es un comportamiento adecuado, que no es razonable discriminar a los homosexuales, que todo mundo merece respeto a su dignidad. Y nos da la libertad de decirlo, y de criticar las guerras en las que se embarcan los líderes, y de proponer cambios, y de combatir a quienes apoyan, cometen o encubren atrocidades. Nos permite denunciar públicamente sus peores aspectos. Nos permite pedir votos para cambiarla a fondo.

Y ninguna otra cultura hace eso.

Al contrario, hoy aquí, las culturas religiosas validan la humillación de la mujer, la desigualdad económica y social, la esclavitud, la decapitación del que no cree lo que debe, la homofobia, la guerra final, el odio, la humillación, el sufrimiento, la deshumanización, la obediencia ciega, la creencia irracional, la sumisión.

Por eso, ante las culturas de las religiones, de cualquier religión, y sobre todo de las que nos resultan más cercanas... la de la Ilustración es preferible... demostrablemente, porque está consciente del mal incluso cuando está en su seno, y tiene a los disidentes que muestran y denuncian abiertamente sus peores aspectos. Es mejor, es moralmente superior, y tiene un futuro mucho más habitable para la gente.

Y si vamos a dejar atrás la cultura de la Ilustración, de las libertades, los derechos, la igualdad y la aceptación de los hechos, de los datos y del conocimiento como normas para nuestras ideas, que sea por algo mejor.


Dos horas después, cenando solo en un restaurante barcelonés, la televisión nos mostró a la BBC cuando empezaba a informar de los ataques terroristas, otra vez, en París. El París donde nacieron las ideas, la rebeldía y las convicciones de igualdad, justicia y libertad que forjaron la ilustración, que desafió a los reyes, a la iglesia, a los poderosos y las humillaciones que infligían a los más desamparados, la idea de la democracia efectiva y la soberanía del pueblo. Y muy probablemente por eso los que destruyen sin sentimiento alguno los budas de Bamiyán o el legado de Palmira, ven a París como su objetivo.

El centro de la civilización que inventó la tolerancia que ellos niegan.

Me quedo con esa civilización. Con todos sus errores, con todo lo que se puede y debe mejorar de ella. En ella lucho. Por hacerla mejor, no por destruirla. Las otras culturas, las de las religiones, son oscuridad, muerte, miedo, dolor y una profunda, profunda injusticia sin esperanza de redención.

1.11.15

Puto Día de Todos los Santos

(Imagen Copyleft vía Wikimedia Commons)
Ayer, que era Halloween (forma escocesa de abreviar Allhallow-even es decir, la noche de todos los santos - even de evening, noche; hallow del antiguo inglés halga, santo, y all que significa todos), escribí una juguetona y provocadora publicación en mi muro de Facebook:
Usas Facebook y Twitter, Internet y todo lo haces desde tu ordenador/computadora. 
Llevas pantalones vaqueros, escuchas rock y blues, y ves cine y series de televisión procedentes del extranjero. 
Bebes Coca-Cola, te gustan los Cheetos y te consideras un gourmet de las hamburguesas. Te enorgullecen tus Ray Ban y tu cámara Nikon, quieres una Harley Davidson y compras tus muebles en Ikea. 
Estás en contra de Halloween porque es extranjero y contrario a tus raíces y tu identidad. 
Eres imbécil.
No pasaba de un chiste más ante el tsunami de puritanos culturales que, al menos en España y América Latina (y no menos en Francia, según me entero), consideran que son los árbitros de los sincretismos culturales y se consideran facultados, de modo casi preternatural, para juzgar qué elementos de otros pueblos, de otras geografías, de otras etnias o de gente que osa nacer bajo otra bandera deben ser aceptados e incorporados al acervo colectivo y cuáles son despreciables, repugnantes, colonizadores, promotores del consumismo (el demonio medieval versión anticapi), destructores de la sagrada identidad nacional (suenan himnos, se agitan antorchas, se llora una lágrima por la vaterland y la genuinidad nuestra, nuestrísima) y en resumen objeto de una puta monserga anual que es más aburrida que mascar un chicle de tres días.

Pero algunos, entre ellos gente a la que, aclaro, quiero y respeto tanto en México y en España, aunque tenga con ellos diferencias abismales (la declaración no es ociosa en este contexto, implica precisamente ese elemento de tolerancia a lo diferente que subyace al rollo), encontraron objeciones a mi broma. Resumo:
  1. No son iguales los rituales (que suelen congregar) que los patrones de consumo (que suelen disgregar).
  2.  Los rituales tienen una significación identitaria que nos define mucho más que la que deriva de los segundos.
  3. El rechazo a Halloween es protesta ante la desacralización de los días de muertos ante un festejo adoptado que no tiene sistema de símbolos reconocible y comprensible para la mayoría, de espacios de afectividad definidos y de sentido de trascendencia.
Respondí a vuelapluma (vuelatecla, pues) pero me quedé con el tema y amplío y abundo.

Así como no hace mucho hablaba de la imbecilidad del falso indigenismo y el presentismo más cretino el puto 12 de octubre, que padezco como nieto de españoles y mexicanos (ni sumo a los abuelos polacos y rusos, que el lío se vuelve monumental), no me incomoda menos el embate de los puristas contra Halloween... aclarando que a mí me da igual la fiestecita, que cuando mucho me divierte algún disfraz y que lo único que realmente me entusiasma son los maratones de películas de terror... ninguna de las cuales, para remate, es mexicana, española, boliviana, argentina, chilena, venezolana, cubana o francesa, simplemente por cuestiones históricas y sin que implique ninguna condena ni celebración de la sumisión al imperio de nuestro tiempo, ni la aceptación ciega de los actos del dicho imperio ni todo eso con lo que se arma la hoja de cargos contra quien no asume el pack completo de cierta ideología por otro lado bastante escasa de ideas, en los márgenes de la política y la sociedad. Y qué triste que haya que hacer estas aclaraciones preventivas, vacunas contra el prejuicio fácil y el pensamiento -es un decir- de la manada.

El problema que veo no es la pérdida de identidad, el consumismo, la sumisión a los designios del imperio (celta, en este caso, creo) sino el facilismo tribal, que a modo de explicación o justificación elude con gran elegancia la inversión en neurotransmisores. Vamos, que al bailar con el grupo se ahorra uno pensar.

Los rituales son identitarios, pero sólo después de que se implantan desde el poder hasta que se asumen acríticamente como si fueran propios. No "surgen del pueblo en asamblea" ni mucho menos, son elementos reciclados una y otra vez para obtener ciertos efectos, no siempre con suerte. El "día de muertos", por ejemplo no es ninguna celebración "nuestra" en contraposición con la de "ellos" porque ni somos indígenas ni elegimos libremente el sincretismo que se produjo cuando cambiaron los amos en los distintos territorios. Los sacerdotes (digamos en el México antiguo, del que tengo más datos) te imponían rituales como los sacrificios humanos al por mayor, la automortificación con espinas de maguey o aguijones de raya (el pez) en la lengua y el prepucio, los ayunos y vigilia, untamientos de chile en mucosas y ojos... vamos, una barbarie brutal. Llegaron luego los otros sacerdotes que te cambiaron eso por otros rituales que incluían quemar herejes (nunca indios, por cierto), marcas a hierro, esclavitud, abusos sexuales y un régimen de pobreza y trabajo del que se beneficiaban... pues ellos mismos... vamos, una barbarie brutal.

Lo siento, ¿cuál es mío? Ninguno. ¿Mi identidad? Ni la del azteca ni la del conquistador, ambos brutos, ambos producto de su tiempo y su contexto, no de los míos. No me sentiría a gusto en los alrededores de ninguno de sus soldados.

Todo, absolutamente todo lo que tenemos a modo de bagaje cultural es importado (y por tanto adoptado, traído, desvirtuado, enriquecido o como se quiera ver) mediante un incesante proceso de mestizajes culturales, por corrientes migratorias de personas, ideas y bienes.

Hasta, dicen ahora algunos estudios, los etíopes actuales, que viven donde apareció la especie humana, son inmigrantes... descendientes de otros que se fueron y volvieron miles y miles de años después. Los únicos que tuvieron sus raíces geográficas originarias fueron los primeros humanos de Olduvai. De entonces acá, todos somos inmigrantes e inmigrados. Y mestizos.

Fuente de la China Poblana en Puebla, México.
(Imagen C.C. de Russ Bowling via Wikimedia Commons)
Europa no era un fuerte estanco, de hecho, el encuentro con América se produce precisamente porque no lo era y demandaba los productos y haceres de lugares lejanos. Sedas y pimientas y clavo y canela. Y se profundizan las corrientes de mestizaje no sólo a través del comercio (tan odiado por quienes pueden consumir, curiosamente, clases medias opulentas con necesidades de culpas judeocristianas) sino de las ideas y la gente. Y México se inventa como heroína a "La china poblana" que es el símbolo de la mujer mexicana en el imaginario de los 40 y 50 recuperado hoy por cierta izquierda que no encuentra asidero. Una supuesta princesa indostana (o de por ahí, pero la llamaron "china" como todos los que creen que Asia es China y África es un país) llevada a México por la Nao de Filipinas y vendida como esclava con el nombre de Catarina de San Juan, cuyo reclamo de mexicanidad fue haberse cosido ropa similar a la de su origen cultural de Oriente, negarse a consumar su matrimonio con un esclavo chino (Domingo Suárez) y hacerse monja al ser manumitida. Esclava, costurera, virgen y devota católica.

¿Por qué es summum de lo mexicano esta mujer, más leyenda que historia? Por lo mismo por lo que Halloween se vuelve ritual propio: porque sí. Porque tocó ciertos botones y convino a ciertos intereses. Porque evocó emociones e identidades independientemente de su origen. Las racionalizaciones vienen después. (Y ya me pondría yo a racionalizar el odio a Malinche, esa defensora de su pueblo contra el imperio, pero que se puso del lado de los que no sabía que tampoco eran trigo limpio, pero otro día.)

Hoy, en el siglo XXI, esas corrientes de mestizaje (algunos le llaman globalización como si hubieran descubierto el agua tibia) son tan amplias que se empieza a conformar una cultura global enormemente interesante pero que se da de frente con los defensores del tribalismo. Los sospechosos habituales, que diría el capitán Renault en Casablanca: indigenistas pavimentados, neoprimitivistas con coche, puristas que se sienten más dignos si escriben desde un café de París, cantantes de protesta bien alimentados con guitarra eléctrica colgada del pescuezo y personajes similares.

¿El año nuevo chino es una celebración válida? Los puristas parecen decir que sólo lo es si puedes demostrar que tu ADN (eso se llama racismo, cuando menos) contiene alguna cantidad aceptable (ya la cuantificarán) de material proveniente de China, aunque tu familia esté en México desde 1870, cuando tu tatarabuelo chino emigrado de Guandong a Estados Unidos acabó de hacer el ferrocarril transcontinental de Iowa a San Francisco y se pasó a Sinaloa huyendo del racismo yanqui. Si yo, sin demostrar mis credenciales étnico-raciales, celebro el año nuevo chino, soy despreciable porque asumo una significación identitaria (qué sociológico suena) que no me corresponde según una definición por lo demás imprecisa estipulada por personas que no tienen ningún derecho a definir mi identidad.

Hanami o festival de "mirar las flores" en Japón. (Imagen DP vía Wikimedia Commons)
Los rituales, como el de muertos, congregan, quizá, pero espuriamente y alrededor de la necesidad o conveniencia de otros, de las iglesias, de los sacerdotes, de los que mandaron, mandan y quieren seguir mandando no porque los elijamos o nos seduzcan con sus productos y servicios (cosa que no siempre es anatema), sino porque dicen que hablan con la deidad y ésta les responde. Ningún ritual, absolutamente ninguno, tiene ningún valor por sí mismo. Como un grafismo cualquiera no es una letra salvo que haya acuerdo en un alfabeto y su significado, el símbolo es un recipiente vacío que acepta cualquier contenido. Así se interpretan y reinterpretan las religiones para atender a la conveniencia o deseos de poder de los dirigentes en cada momento. Con la misma Biblia se hace la Inquisición y se proclama la tolerancia. Con el mismo Corán se habla de la religión de la paz o se proclama el califato. 

Pero hay un problema adicional, y es el de la vida civil en contraposición con la religiosa.

Al imbuir la cultura civil, laica y universal no sólo de rituales civiles (que ya son repugnantes porque suelen exaltar el nacionalismo) sino de rituales religiosos, excluyentes y celebratorios de la diferencia, ¿congregas? Lo dudo mucho. A menos que consigas desposeer a esos rituales de su carga de servicio a un grupo dominante, disgregas o dominas. Y eso se demuestra en el "ellos" y "nosotros" que se genera buscando la misma racionalidad que en un clásico de fútbol: "Halloween contra Día de Todos los Santos, haga sus apuestas por Internet, ahora más fácil que nunca..."

A mí, como laico, no sólo me da igual que se desacralice el día de muertos entre otras muchas celebraciones, en especial las otras tres celebraciones solares (solsticios y equinoccios, donde caen las principales festividades de todas las culturas, sorpresa), es que me parece urgente que se desacralice y se vuelva pachanga y celebración civil jubilosa sin carga sobrenatural.

Mi cultura no es la católica por más que haya nacido en el horror fanático mexicano, ni porque haya sido educado en ella, del mismo modo en que "mi cultura" no es la homofobia en la que me criaron con igual pasión y con las mismas bases religiosas, ni lo es la humillación de la mujer y la exaltación de su sumisión, también sólidos valores cristianos y que también fueron parte relevante de mi educación, por no señalar la idea de que los pobres lo son porque quieren o que protestar por la injusticia es meterse gratuitamente en líos cuando hay que pasar de largo.

Rechazar esos elementos "identitarios" de una cultura en la que nací y viví la mayor parte de mi vida parece bueno y adecuado, moral y razonable... no hay motivo para asumirlos sólo porque se han declarado "míos" por el accidente geográfico y temporal de mi nacimiento. ¿Es más horrible y despreciable que rechace el día de muertos o Día de Todos los Santos, que es la afirmación de los dogmas principales de vida eterna de la Iglesia Católica? ¿A santo de qué o por qué? Ni creo en los santos, todos o en grupos o de uno en uno, ni creo en la vida posterior a la muerte ni creo en los demás dogmas de su religión... ¿y debo hacer el día de muertos porque es "mío"? Tampoco creo en los espíritus del Samhain celta que da origen a la escenografía de Halloween (como se repite también en una justificación innecesaria): a las calabazas iluminadas y los disfraces y tal... que el protestantismo adoptó como propios donde pudo y la iglesia católica persiguió donde pudo también, como en España.

¿Debo aceptar o rechazar esos elementos según me lo diga el editorialista de turno? No lo creo

¿Mi identidad? Mi identidad la construyo yo y en todo caso la gente que tengo cerca. Para todos incluye el blues y a Bach, a Leonardo y los viajes espaciales, el año nuevo laico y mis jeans, a los que no sé si llamar rituales o patrones de consumo. Incluye el gusto por la fiesta de las farolas chinas pero sin sus elementos religiosos, el folk celta, a Queen y a Los Beatles, los viajes espaciales y los descubrimientos de la ciencia, casi ninguno procedente de "mis" países que me exigen nacionalismo y xenofobia cuidadosamente dirigida... Soy, somos, aquí y ahora, producto de una diversidad asombrosa y enriquecedora, somos inexplicables sin esa diversidad.

Pero cuidado (añado después de unas horas y al calor de que el debate siguió): la identidad personal se integra inevitablemente, es cierto, en "identidades colectivas" pero éstas no deben depender de simbolismos impuestos, de trasfondos religiosos, de tribalismos gratuitos y de obligaciones de origen etnolingüístico, que impliquen que "mi cultura" que tiene que ser la mía porque me lo dicen, de una especie de fatalidad social ineludible.

Ése es precisamente el problema de las políticas de "identidad" (y este debate se enmarca en ellas): convierten en central lo que se es, lo que siente, lo que se percibe, no lo que se hace, lo que se piensa, lo que se proyecta. Las "identidades colectivas" basadas en lo que uno es (o se supone que se es: mexicano, gordito, descendiente de indígenas, moreno, católico, homosexual) son agotadoras y profundamente (profundísimamente) imbéciles.

Las identidades colectivas deseables, productivas, que logran objetivos y realmente construyen futuro son las que se fincan en proyectos sociales y humanos que precisamente ignoren "lo que se es" negándole su capacidad de ser el punto definitorio de cualquier individuo. ¿No es más sólida una identidad construida con base en la lucha por la justicia social o la emancipación de las mujeres o la educación para todos o los derechos laborales que la que se basa en la nacionalidad, el género, el aspecto, el color de la piel, las preferencias sexuales, las creencias preternaturales, la estatura, la discapacidad o el compartir un área geográfica como lugar de nacimiento?

El postureo de las identidades, en el que florecen los extremismos nacionalreligiosos es el enemigo, no el aliado. Los proyectos conjuntos son otra cosa. Y la cultura es un proyecto humano completo. ¿Cómo decir que la Toccata y Fuga en Re menor o las Variaciones Goldberg son sólo para alemanes o sólo para luteranos, o sólo para hombres, o sólo para heterosexuales, cómo quitársela al mundo, cómo empobrecerse tanto sin echar a llorar si no se necesita demasiada teoría para saber que son de todos?

Bach en 1746, ¿sólo para alemanes? (Retrato de Elias Gottlob Haussmann,
imagen DP vía Wikimedia Commons) 


Los símbolos, decíamos, no tienen más valor que el que yo les atribuyo, pero si reconocemos eso, entonces es inaceptable la idea de que cierto tribalismo deba forzar el reconocimiento y significado de ciertos símbolos y el rechazo de otros (en vez de, no sé, el rechazo de miserias morales, injusticias, violencias, nos despeñamos en el símbolo... no dibujarás el escudo nacional o serás delincuente, porque un trapo vale más que un niño muerto, y ese discurso me lo sé desde las ceremonias de la bandera en la primaria, todos los lunes de exaltación patriotera en México, algo que de niño me inquietaba y de adulto me llena de náuseas; a las banderas les atribuyo, como símbolos, valor limitado y ciertamente desprovisto de xenofobia y desprecio al dolor humano). ¿Esa imposición simbólica tribal es social, humana y racionalmente defensible? Es de dudarse.

Finalmente, los espacios de afectividad no son creados por lo episódico y lo escenográfico, son individuales, humanos y personales. Como el sentido de la trascendencia. Por lo mismo, cualquier fenómeno cultural del mundo y de la historia (consumible o no, ésa es una distracción falaz) es potencialmente propiedad de cada uno de nosotros, a capricho y gusto... es tan legítimo tocar el koto en Cangas del Narcea como que un japonés toque el concierto para violín de Beethoven en Yokohama... tuyos son el bajo eléctrico, la gaita y el tlalpanhuéhuetl, vaya... tuyos son el contenido del Louvre y las piedras de Angkor Wat... tuyos son Tiziano y Cartier-Bresson... tuyo es (si quieres, vaya) el reggaetón y Guillaume de Machaut... Todo producto cultural y emocional humano te puede conmover o divertir o interesar, y puedes asumir cualquiera como parte de tu experiencia sin sentir que traicionas otra parte de tu humanidad por tus preferencias. Y sin moralistas de ocasión que pretenden imponer qué parte de esa experiencia cultural universal es malévola y qué no lo es, cuál debes aceptar y cuál rechazar a su conveniencia, y que tienen el descaro de exigirle el obligado cumplimiento de sus dictados a otros. Esos moralistas y su actitud son indudablemente imbéciles incluso en el sentido más preciso del vocablo, es decir, no sólo de "tonto en grado de comendador", sino de "escaso de razón".

Y un ejemplo adicional resalta esa imbecilidad: cuando en algún lugar del "extranjero", ese sitio mítico del que siempre queremos volver cuando estamos y al que queremos ir cuando no, se adopta alguna característica de "nuestra" cultura (sea lo que sea "nuestro" en este caso, vale la subjetividad), somos geniales, logramos que "aprecien nuestros valores, nuestro arte, nuestras tradiciones, nuestro folklore y eso". Fabada en Nueva York, fiesta generalizada, somos importantes, compango en la Gran Manzana. Hot dogs en Málaga no... no, espera, colonialismo, rechazo a nuestra identidad, ¿quién te crees?, boicot y editoriales memos en los diarios. Tribalismo y un ellos contra nosotros fácil y pequeñísimo.

El tribalismo, fenómeno que engloba, entre otros horrores, el nacionalismo y las religiones, nos pone muy lejos de una identidad universal absolutamente deseable y de una cultura humana que nos permita la apropiación general del arte, la ciencia y los modos de pasar el rato, que también son valiosos... no la identidad accidental del barrio, el pueblo, la región, la provincia, el país, el idioma, el continente... nos encierra en el fuerte de nuestras limitaciones. ¿Es sensato eso? Parece al menos relevante dudarlo.

Lo extranjero como fuente de todo mal, lo "no mío" como causa de rechazo, pertenecen a lo peor de nuestra historia. No es tarea noble reiterar y fortalecer esa xenofobia fácil, ese nacionalismo cultural, y sí lo es combatirlos.

Y todo este discurso, que de alguna manera está resumido en mi pequeño chiste sería innecesario si nos diéramos cuenta, primero, que estamos ante otro fenómeno de incoherencia y postureo de urbanitas arrogantes que sueñan con imponerle a los demás pautas de conducta pertenecientes más a su imaginario estático y pastoril que a una realidad dinámica, más a un pasado inexistente que a un futuro indispensable.

12.10.15

Puto 12 de octubre

Un año después: He subido una segunda parte o complemento o seguimiento de esta entrada en el canal de YouTube "El rey va desnudo": 
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Usted no se lo imagina, pero esto de tener nacionalidad mexicana y española, con abuelos por igual celtas que zapotecas, alcanza su punto más fastidioso el 12 de octubre.

En este día, aniversario de aquél en el que ocurrió un acontecimiento histórico bastante reseñable (la expedición de Cristóbal Colón llegó a unas tierras desconocidas para Europa y puso en contacto a dos continentes que ignoraban todo el uno del otro), grandes grupos de personas sufren la peligrosa alucinación de que estamos en 1492 y los últimos quinientos veintitantos años no han ocurrido.

Por ejemplo, el excelentísimo señor don JM_Kichi, alcalde de Cádiz por carambola, nos regala la siguiente profunda reflexión:


Y uno se siente tentado a preguntar: ¿Por qué hiciste eso, Kichitín, Kichillo? ¿Cómo es que masacraste y sometiste a un continente? Eso no se hace, chaval, que vamos, que hace quinientos años cuando no había ni derechos humanos ni Ilustración ni democracia ni nada de eso, pues era lo común, pero joder, que tú vengas con tus amigotes en pleno siglo XXI a masacrar y someter en nombre de "Dios" como que aparte de poco decoroso es muy fuera de época. Por más que seas cofrade y te guste inclinarte ante señores con vestido.

Kichi malo... masacra y somete, y además el muy burro no descubre nada...

Pero no, espera... ¿el Kichi y los 46 y medio millones de españoles que pululan hoy, 2015, siglo XXI, por el mundo fueron los que masacraron y sometieron? Pues igual no. Igual el uso de la primera persona del plural es una tontería de doble cañón y calibre 12, propia de un activista que no ha estudiado historia ni siquiera para disimular...

Me imagino al Kichi, tan católico él, llegando al aeropuerto de Fiumicino en Roma, dirigirse al primer italiano que viera, con su chapita y su sonrisa, indicándole al turistaje dónde se toman los autobuses y soltarle un mamporro al grito de: "¡Ustedes mataron cristianos en el Coliseo, hijos de..!" (que, por cierto, como me explicó mi compadre Paolo Cingolani en Roma, a los cristianos los masacraban en otro lado, pero no precisamente en el Coliseo, mitos hollywoodenses que la izquierda reaccionaria asume como verdades, ay).

O bien el Kichi podría desembarcar un día del ferry Santander-Southampton, encararse con el primer súbdito de Isabel II que se le ponga a tiro y patearle una espinilla explicando: "Toma, por hacernos la putada en Trafalgar".

Por supuesto, el peninsular de la primera escena y el insular de la segunda se quedarían azorados e, independientemente de que le sacaran a pasear alguna muela al señor alcalde, quizá se darían tiempo para explicar que ellos ni habían nacido en tiempos del imperio romano o del almirante Nelson y le recomendarían a Su Señoría que fuera de regreso a la escuela a estudiar historia.

España, la España de hoy, no conquistó América. Ni para orgullo de una derechona impresentable ni para vergüenza de una izquierda que tanto monta.

Peor aún, los españoles de hoy, en su vasta mayoría, no descienden de los españoles que conquistaron América. Los descendientes de los bárbaros enlatados que masacraron a las culturas indígenas (por el oro, por cierto, Kichi, no por Dios ni boberías semejantes, que la religión es un arma, no un fin, cosa que sabrías si dejaras que los hechos y datos contaminaran tu prístina simpleza) venimos siendo nosotros... los que nacimos en México, en Guatemala, en Chile, en Uruguay... condimentados con generosas migraciones italianas, alemanas, británicas, francesas, chinas, japonesas y un largo etcétera.

Somos los descendientes de los indígenas que, en un neolítico bárbaro, cometían sacrificios humanos horribles y de los españoles que, en un renacimiento que se saltaron por si quemaba, cometían los horrores de la Inquisición. Afortunadamente, y crean lo que crean los kichis en su desorientación, eso no se hereda, no está en los genes. No nos hace a nosotros ni conquistadores ibéricos ni conquistados americanos... ¡menos va a convertir al Kichi en Diego de Ordaz con gafas!

Los españoles de hoy, incluido nuestro heroico edil carnavalero, descienden mayormente de los que se quedaron en España y tienen tanto que ver con el asunto de la conquista y posterior explotación de América como un criador de palomas de Brighton con la expedición de Shackleton.

Los indígenas que hoy son víctimas del racismo institucionalizado de la derecha latinoamericana que los desprecia y del racismo paternalista de la izquierda reaccionaria latinoamericana que los quiere salvar para que sean indios para siempre, sueño de buenos urbanitas arrogantes, no son víctimas de los españoles de hoy, ni de los de hace medio milenio, sino de los latinoamericanos de hoy. Y por supuesto no son "indígenas" de pureza alguna, su definición es vaga, más referida a lenguas y costumbres, la vasta mayoría de quienes viven en culturas herederas de las indígenas en América Latina son mestizos. Entre el 91 y el 95% de los mexicanos, por ejemplo, somos mestizos. Como lo son el 100% de los españoles, ya que empezaron antes, que lo diga mi abuelo Fernando, a ser destino de griegos, árabes, romanos, cartagineses y en general todo dios.

Don Kichi pone una foto de una presunta indígena, una mujer mbiyá de la cultura guaraní, mestiza de la región fronteriza de Argentina y Paraguay, porque "le suena a india" y eso le basta. Se ve pobre y es morena, ¿no? (Por cierto, Kichi, al menos dale crédito a Marco Vernaschi, fotógrafo argentino autor de ésa y otras muchas cojonudas fotos de su altamente mestiza Argentina, como lo revela su propio apellido, que una persona perspicaz vería que es italiano.)

Don Kichi se equivoca. Si quiere indignarse por la tragedia de los indígenas americanos hoy (los que viven en culturas herederas de las indígenas, tengan o no ojos azules o tez clara), que luche para que tengan escuelas, electricidad, ordenadores, agua corriente, agua de riego, semilla mejorada, industrias, bicicletas, libros, atención médica, reproductores mp3, lavadoras de ropa (y ropa qué lavar en ellas) y mejores casas... aunque sea menos guay que rasgarse la camisa (porque siempre tiene otra en el armario, muchos indígenas no) por lo que pasó hace quinientos veintitantos años con otras personas en otras circunstancias y que ni siquiera sirve de lección cuando la ignorancia se viste de salvamundos. Y menos si lo que se le ocurre es defender la presunta "resistencia indígena" (generalmente orquestada por cretinos de ciudad que quieren folklore a costa de mantener a los indígenas para siempre en el siglo XVI, por cierto).

¿Me entiende usted lo jodido que es esto de ser mexicano y español el puto 12 de octubre?

Felicidades a todos, que aunque les joda, somos producto de los acontecimientos históricos que nos precedieron, agradables o desagradables.

A ver si alguno nos viene a visitar en el siglo XXI.

19.9.15

30 años del terremoto de la Ciudad de México

Cuando tenía presentaciones audiovisuales en el Palacio de Bellas Artes, de empresas
o para el gobierno, generalmente con uno u otro presidente, solía quedarme a dormir
en el Hotel Regis en vez de ir a casa. Estaba cerca, tenía unos desayunos impresionantes
y tenía sauna, que era un lujo después de una larga noche de ensayos con la siempre
enervante presentación al día siguiente. Era un símbolo del centro de la Ciudad de
México. Tardó en caer unos minutos después del fin del terremoto.
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¿Cómo se cuenta lo que lo cambió a uno para siempre?

Empieza con una percepción vaga: todo se mueve... la lámpara Tiffany comprada en Tepito gira libre sobre su cadena y a veces toca el techo.

Hay que sacar a la familia corriendo por si el hogar se convierte en piedra de sacrificios.

Los cables de la luz se mueven, giran como cuerdas para que salten las niñas o los boxeadores, dando la vuelta completa.

Poco a poco el suelo deja de moverse. El periodista que lleva uno dentro lo hace salir a la calle con la cámara y los ojos listos. "Allí cayó un edificio" me dice alguien y señala a unas calles de mi casa, lo fotografío. "¿Ya vio el edificio de Teléfonos de México allá a la vuelta?" dice otro, y voy a la calle de Monterrey y es una ruina. Y doy vuelta sobre Insurgentes, la avenida más importante y larga de la ciudad, y es la guerra, edificios caídos sobre el pavimento a derecha e izquierda. Camino y fotografío. Llego a Álvaro Obregón y veo cómo se produce uno de los primeros rescates en un edificio cuyos pisos altos cedieron. La gente se organiza para ayudar a bajar a un superviviente aterrado. Tomo fotos. El periodista se difumina, hay que hacer cosas. Paso las siguientes tres semanas organizando y disponiendo el acopio y distribución de todo tipo de materiales: comida, café, mantas, medicamentos, sopletes, palas, picos, toallas sanitarias (allí aprendí a respetar la importancia de este invento), tiendas de campaña... para los que habían quedado sin nada y para los rescatistas voluntarios que desde la ignorancia se inventaron la capacidad de salvar a los suyos. Pasamos réplicas, falsas alarmas, descontrol, miedo.

Vimos más muertos de los que uno debería ver. Aplastados, asfixiados, quemados y menguados en tamaño, despedazados, blancos por el polvo del cemento, solitarios y en parejas y en familias enteras. Vimos la solidaridad. Vimos la indolencia de un gobierno que ponía por delante el manejo de las consecuencias políticas que la vida de la gente. Vimos a los hijos de puta de siempre que con mentiras y exageraciones se erigían en lidercillos para manipular buenas conciencias (como uno que reunía a la gente para decirle a qué hora y qué día iba a haber una réplica, algo que nadie puede saber, pero era de la Cruz Roja y se quería hacer importante).

De esto hace 30 años.

 No sé dónde estén las fotos que tomé ese 19 de septiembre.

Mi resumen, contado en el libro Todos somos Superbarrio (disponible gratuitamente para su descarga aquí) 10 años después del terremoto que nos cambió para siempre, es el siguiente.

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México, D.F., a 8.1 grados Richter de la mañana

El 19 de septiembre de 1985, a las 7:19 de la mañana, la tierra sacudió a los habitantes del Distrito Federal y los despertó en más de un sentido.

Pocos minutos después del sismo de minuto y medio, miles de ciudadanos salimos a las calles y descubrimos con angustia que numerosos edificios habían caído, y de muchos de ellos salían voces que pedían auxilio.

Pero, sobre todo, descubrimos que no había autoridades.

Mientras, dice el rumor (que es una forma de verdad en México), en las altas esferas del gobierno se multiplicaban las dudas y se daban enfrentamientos entre quienes podían o debían hacerse cargo de la tragedia, en las calles empezaron a surgir líderes que hasta ese momento ni sabían que lo eran. Organizaron cuadrillas, dieron ideas para poner en manos de sus conciudadanos un pico, una pala, un marro, y encabezaron las tareas de rescate, abastecimiento y seguridad.

Las autoridades seguían ausentes.

Sin entrenamiento alguno, oficinistas, estudiantes, amas de casa, obreros y otros muchos aprendimos a hacer túneles en los edificios caídos para sacar a quienes estaban atrapados. Aprendimos a tomar decisiones que antes nos hubieran llenado de temor ante las autoridades. Actuamos.

La televisión privada, coloso de la comunicación que podía haber sido vínculo esencial entre los rescatistas amateurs, prefirió fingir demencia y transmitió oportunamente las telenovelas del día, incluyendo anuncios comerciales. Los medios pedían calma a la población y recomendaban que nadie saliera de sus casas. "Y eso era como una invitación para no quedarse quietos, para salir y tratar de hacer algo", señala Superbarrio.

El absurdo se apoderaba de una ciudad que ya contaba más de 18 millones de habitantes y en la cual, de pronto, al menos 500 edificios estaban derrumbados total o parcialmente.
Creo que todos tuvimos una sacudida también de conciencia, aparte de la sacudida del suelo de la ciudad. Cuando nos vimos en la calle después del terremoto, cuando no entrábamos a la vecindad por temor a que se desplomara, cuando empezamos a escuchar las ambulancias, las sirenas, supimos del incendio del Hotel Regis y las primeras noticias del tamaño de la desgracia, creo que nos sentimos como parte de la herida que había sufrido la ciudad. Y creo que no eran momentos de preocupación personal, sino que empezó a generarse una reflexión colectiva. Nos reconocimos con los vecinos de otros lugares, que en la vida habíamos platicado con ellos; los habíamos visto en la calle. Pero de repente todos nos vimos envueltos en una discusión, en un pensamiento de hacer algo, de responder inmediatamente a lo que había pasado.

Comprobamos que el gobierno no tuvo ni la voluntad ni la capacidad para atender la desgracia que había sufrido la ciudad, y eso nos obligaba a ser los protagonistas en acciones inmediatas. Recuerdo que estábamos fuera de la vecindad con todos los vecinos cuando llegaron y nos dijeron que había un derrumbe en la calle de Aztecas, en Tepito. Sin pensarlo dos veces nos trasladamos para allá. Empezamos a quitar escombros con las manos, a intentar localizar a la gente que nos decían que había quedado atrapada en ese edificio.

Después nos avisaron de otros derrumbes en la colonia Guerrero, en la Santa María la Ribera... y en mucha gente nació un afán de servir, no quedarse parado a ver, inmóvil, sino a ponerse las pilas y a localizar lo que tuviera uno, un pico, una pala, una segueta, algo para poder prestarse a la ayuda de la demás gente.

Creo que todos esos momentos, todas las primeras horas del día 19 de septiembre, fueron una inyección de realidad, de solidaridad en serio, para miles y miles de habitantes de la ciudad.
No hubo nadie que contara cuántas personas fueron salvadas por sus conciudadanos el 19 de septiembre y los días subsecuentes, mientras finalmente empezaba a reaccionar el poder. Todos supieron que las autoridades no respondieron con oportunidad a la mayor urgencia de la gente de la ciudad desde la epidemia de viruela que ayudó a Hernán Cortés a acabar con el imperio azteca. Todos vieron surgir las historias que es importante contar, pero que aún no se han contado porque son patrimonio común, historia oral para el fin de siglo que, de cuando en cuando, en cualquier reunión, lleva a los actores a platicarse entre sí qué hicieron "cuando el terremoto".

Cayeron, sobre todo, edificios viejos y construcciones defectuosas pagadas con los dineros del pueblo y encargadas por sucesivos gobiernos a constructores que se hicieron de ganancias usando materiales que, según expertos que revisaron las ruinas, eran inadecuados. Cayeron escuelas, hospitales, dependencias gubernamentales y unidades habitacionales con las cuales se pretendía cumplir con el compromiso social de la Revolución. Cayeron viejas vecindades de gente sabia en el tema de la supervivencia.

Para cuando el Estado reaccionó, muchos habitantes de la ciudad habían aprendido una lección.

Las cifras oficiales hablaron de alrededor de cuatro mil.

Las cifras del rumor revolotean entre los veinte mil y los cien mil.

La única forma de saberlo era contarlos.

Pasadas unas semanas, las motoconformadoras del gobierno del Distrito Federal procedieron a remover los escombros de la mayor parte de los edificios derrumbados.

El rumor dice que junto con los ladrillos, los trozos de concreto, la piedra y las ruinas de tantos edificios, las máquinas se llevaron vaya usted a saber cuántos cuerpos aún no rescatados, muertos que acabaron sepultados en un tiradero.

29.8.15

Periodismo de partido


Desde hace unos meses vengo utilizando en Twitter el hashtag #PeriodismoDePartido para señalar casos en que los medios de comunicación españoles directamente faltan a su responsabilidad ética para favorecer a sus opciones partidistas.

Empecemos por definir la responsabilidad del periodismo. Hace muchos años, en dos universidades mexicanas donde impartí el Taller de Géneros Periodísticos, definíamos al periodismo como "el oficio destinado a hacer efectivo el derecho de la gente a saber". Para un periodista, sin importar cuán comprometido esté políticamente, el valor primero es el derecho de la gente a saber. Y de esta concepción se deriva la idea del periodismo honesto (que sí es posible) paralelamente con el del periodismo objetivo (que es un ideal inalcanzable, aunque debe tenerse presente).

El abogado tiene por objeto hacer efectivo el derecho de la gente a una justicia equitativa y justa. El médico tiene por objeto hacer efectivo el derecho a la salud. El profesor vive para hacer efectivo el derecho a la educación. El periodista existe para hacer efectivo el derecho a la información. Simple.

Es honesto que si el partido político o el dirigente con los que un periodista se siente identificado hacen algo incorrecto, el periodista lo informe al público. Es deshonesto ocultarlo. Uno lo puede hacer con dolor, incluso, pero entiende que en una sociedad libre, el derecho de la gente a saber es fundamental porque al final es lo más sano para la democracia. Lo mismo cuando un partido político o dirigente de otras opciones que el periodista aborrece actúan correctamente o hacen algo relevante. No se puede mentir. Es la regla principal. Ni por omisión, ni por acción, ni por sesgo. Los medios tienen un espacio para la opinión: su página editorial. Pero el resto de las notas no deberían contener sesgos editoriales, sino que deberían estar investigadas, redactadas y enfocadas de modo tal que quien las lea se entere de los hechos, nada más.

(Añadido el 25 de octubre: La columnista Ashe Schow dio hace poco un ejemplo clarísimo de esto. Es políticamente conservadora, republicana y enemiga de los demócratas, y nunca lo ha negado, es abiertamente partidista, y en la crónica que hizo sobre la audiencia de Hillary Clinton ante un comité del Congreso de los EE.UU. con el tema del atentado de Benghazi no oculta su antipatía hacia la política, ni su posición personal, pero relata los hechos puntualmente y llega a las conclusiones a las que la llevan los hechos aunque no le guste. El periodismo honesto desde el partidismo, es posible. Basta tener principios.)

En lo personal, como simpatizante del PRD en México (cuando era un partido de izquierda plural y no una agencia de colocaciones afiliada al PRI) tuve en ocasiones que informar de acciones que me parecían absolutamente inaceptables, como el voto de los diputados del partido para el reestablecimiento de las relaciones con el Vaticano en 1992. Lo mismo me ha pasado con otros partidos y grupos con los que me identifico. Incluso en España, en 2011, fui, hasta donde recuerdo, el primero o uno de los primeros que denunció con gran desazón la barbaridad que representaba que la entonces senadora por el PSOE, Leire Pajín, se paseara en público con una pulsera mágica "PowerBalance".

En los medios masivos de España esto no ocurre. Simplemente no ocurre. La prensa se ha convertido en un coro de sicofantes lamentable y, lo peor, autocomplaciente y desprovista de todo sentido de la autocrítica. Todo periodista es un pontífice. Toda tribuna es un púlpito desde el cual se predica antes que informar.

Si eres periodista en un medio presuntamente de izquierda, no te atreverás (aún si lo consideraras así) a expresar que Ada Colau (alcaldesa de Barcelona) o Manuela Carmena (alcaldesa de Madrid) han cometido un error. Quienes te lean, jamás sabrán de esos ayuntamientos más que lo bueno o, en el mejor de los casos, te verán haciendo la defensa contra sus opositores, críticos o disidentes.

Si no lo haces así, tu medio (autodefinido de izquierda, repito) te mandará a cubrir los partidos de la segunda división de la liga de fútbol de Chechenia.

Si eres periodista de derecha, por supuesto, no te atreverás a decir que ninguna de las dos alcaldesas puede haber tomado una decisión inteligente, beneficiosa y honestamente adecuada para la ciudadanía. Tus opciones son callar el tema, que ojos que no ven, corazón que no siente, o bien reinterpretarlo de modo tal que resulte que la decisión es maligna, deshonesta, estúpida y parte de un complot de la maldita izquierda para lanzar a España a un agujero negro.

Por supuesto, las críticas que se pueden hacer contra el #PeriodismoDePartido son mucho más ácidas y enérgicas contra quienes se venden como "medios de izquierda". ¿Por qué? Porque la derecha no cree ni se plantea creer en la libertad de pensamiento, de opinión y de información, abortos de la Ilustración que atentan contra el derecho divino de las aristocracias, las jerarquías religiosas y los dueños del dinero. Porque la derecha está en su papel al hacer un periodismo tendencioso, rastrero, servil, deshonesto y manipulador.

Pero cuando los medios de izquierda (o reputadamente de izquierda, o percibidos como de izquierda, o autoproclamados como de izquierda, a veces ya no lo sabemos) hacen un periodismo tendencioso, rastrero, servil, deshonesto y manipulador pero sirviendo supuestamente a ideales opuestos a los de la derecha, lo que hace es mucho peor, porque además de desvirtuar el oficio periodístico, desvirtúa la posición ideológica que pretende conjuntar en un malabarismo extraordinario los derechos, las libertades, la justicia, las oportunidades y la verdad. ¿Cómo se defiende la verdad mintiendo?

Sólo un ejemplo: eldiario.es


En eldiario.es, empresa del periodista Ignacio Escolar, como un ejemplo especialmente sangriento, el partido Podemos es tema del día todos los días desde hace año y medio, incluso los días en que no hace nada. El PP y el PSOE no son tema del día nunca, hagan lo que hagan.

El redactor jefe del diario digital, Andrés Gil, se especializa en escribir artículos sobre Podemos o temas afines. De los últimos 40 que escribió antes de irse de veraneo, 21 fueron sobre la crisis de la deuda griega, Tsipras y Syriza, con frecuentes referencias a Podemos y a Pablo Iglesias mientras que 19 fueron directamente sobre Podemos y Pablo Iglesias, de los cuales dos estaban enfocados a las candidaturas de "Unidad Popular" que desafían el liderazgo pleno de Iglesias en la izquierda residual. Ni una palabra de ningún otro partido español. El redactor jefe.

El director y principal accionista del medio, Ignacio Escolar, escribe más sobre el PP. Durante toda la campaña de las municipales se dedicó a denunciar tropelías del partido de derecha y a promover principalmente a los candidatos de los alrededores de Podemos, como Manuela Carmena y Ada Colau. No dedicó un solo artículo al PSOE durante toda la campaña pese a tratarse del segundo partido en cuanto a votantes.

Tres de sus últimos 40 artículos (a la fecha de escribir esto) llaman la atención. En uno se defiende por un artículo que sus clientes identificaron como un ataque a Podemos y que provocó una reacción encendida y probablemente costosa en lo económico para el medio. Escolar asegura en su pieza que no hace periodismo de partido, cuando todas las evidencias están en contra, preocupado evidentemente por la reacción de quienes le pagan el sueldo, los "socios" del periódico.

En dos ocasiones, solamente, el director de un diario en un país con 7 millones de votantes socialistas ha mencionado al PSOE o a alguno de sus militantes en esos 40 artículos: primero cuando dio una información falsa sobre el borrado de tuits de Antonio Carmona (en el contexto de la defensa de un concejal de Ahora Madrid) y después cuando, 24 horas después, se vio obligado a rectificarla. Curiosamente, el infundio aparece como gran "Exclusiva" en el cuerpo del periódico y la rectificación apenas aparece en el blog personal del director.

Lo mismo pasa en Público, donde de hecho están cobrando en plantilla varios de los creadores de Podemos, el equipo de profesores de "ciencias políticas" de Somosaguas, y es en ese diario donde difunden su programa de televisión. Otros que se han posicionado "a la izquierda" (si uno es capaz de aceptar tal posicionamiento de gente como García Ferreras, en cuyo caso probablemente también cree en unicornios) en La Sexta o Cuatro han hecho exactamente lo mismo que el medio de Escolar. Que es lo mismo que al otro lado de la cerca hacen Intereconomía, Telemadrid, RTVE bajo el mando del PP, La Gaceta, ABC y ese monumento a la ignominia periodística que es La Razón.

¿Qué va a pasar si Carmena, Colau, "El Kichi" u otro político de Podemos o sus alrededores cometen un grave error, fallan a sus electores o actúan de un modo que sería incompatible con la ética más sencilla? No lo sabremos por una prensa de izquierda honesta, comprometida con la verdad y libre, no. Lo esperable, tristemente, es que quienes se afirman de izquierda oculten, justifiquen o reinterpreten los hechos. ¿Cómo nos vamos a enterar entonces? Pues por la prensa de la derecha, que estará muy atenta a cada error, pero también a exagerar, acusar e interpretar malévolamente cualquier palabra de alguien que no sea de su partido, acudiendo al más basto amarillismo.

Es decir, en ninguna instancia tendremos una cobertura equilibrada, fiable, honesta y limitada a los hechos que nos informe del error o la chapuza, de sus dimensiones y de los niveles de responsabilidad que implica. Como si no fuera asunto nuestro. Somos víctimas de la desinformación.

Recuerdo que en los años en que impartía ese taller de periodismo no sólo a universitarios, sino a periodistas ya formados que deseaban estructurar los conocimientos que habían obtenido empíricamente (y con algunos de los cuales aún mantengo relaciones cordiales) mi ejemplo todavía era la prensa española de la transición. Una prensa valiente, digna, con grandes ejemplos de periodistas dispuestos a contar la verdad porque descubrían que la libertad era un aire fresco que revitalizaba todos los aspectos de una sociedad anulada y empobrecida por cuarenta años de dictadura.

Hoy, la verdad no es moneda de cambio en la prensa española. Al menos no toda la verdad. Se elige la parte de la verdad que nos conviene por dinero, por ideología, por compromiso, por amistad (como la de ese dueño de un medio que desde hace veinte largos años le presenta sus libros a cierto político cincuentón que se presenta como joven dirigente  de un partido de nuevo cuño), por capricho o por iluminadismo (palabra que no encontrará usted en la RAE).

Pero la gente tiene derecho a conocer toda la verdad. El lector de un diario debe informarse incluso de eso que le molesta, de lo que haya hecho su partido o sus políticos favoritos de modo incorrecto, de sus errores y fallos humanos. Esta procesión de iconos inmarcesibles del PP y de Podemos y cercanías en la prensa hispana no es sana para ninguna sociedad. (El lector, sobre todo no español, se preguntará por qué no hablamos de los medios del PSOE, y es que ese partido no tiene un medio relevante a su servicio... ni debería tenerlo para "equilibrar el tablero", no, sino que debería ser sujeto de información igual que los demás partidos en todos los medios.)

Vivimos la era del #PeriodismoDePartido a caballo entre Stalin y Goebbels y desgraciadamente muy lejos de George Orwell o Enrique Meneses.

12.8.15

La trampa del 135 (enero de 2015)

Tres de los cinco fundadores y máximos dirigentes de Podemos
La anterior entrada reproduce una respuesta que di al día siguiente de que Zapatero propusiera la modificación al 135 constitucional. Después de que se entronizó a Rajoy y se le ha permitido destruir gran cantidad de los logros sociales y las conquistas de los trabajadores, se ha perpetuado un mito sobre el artículo 135 constitucional como si a) fuera lo único que hubiera hecho el gobierno del PSOE en dos legislaturas con Zapatero como presidente y b) fuera la causa del desastre y la masacre social del PP, además de conformar una traición. Todo lo cual se aparta de los hechos tal como son. Me preguntaron sobre el tema en enero de 2015 y respondí esto, con alguna corrección.
Apoyas al PSOE pese a algo como la reforma del artículo 135, ¿por qué? ¿No fue algo contrario a los intereses de la mayoría de la gente?

La reforma al artículo 135 es un excelente ejemplo de cómo se maneja la desinformación para crear una impresión sin entrar en el debate. Yo creo que se debió someter a consulta popular, si no a referéndum, y que se debió explicar mejor (el PSOE tiene graves problemas de comunicación), pero no es el gran desastre que ha vendido el entorno del 15M, sus creadores y beneficiarios.

Primero, cuando pides prestado asumes la responsabilidad de pagar. Si un responsable de gobierno firma un crédito no puede hacerlo en plan "igual no te pago", porque eso tiene consecuencias. Pero además, la Constitución de 1978 (sometida a referéndum con una aprobación del 88%), ya estipulaba que el pago de la deuda es prioritario (si no, no te prestan y te hundes en una crisis). Y ya existía ya una Ley de Estabilidad Presupuestaria de 2001 reformada en el 2006 para que el gobierno no gaste más de lo que tiene, algo que trata de hacer cualquier familia. Y cuando la familia tiene problemas, pide créditos, como lo hace un país.

En septiembre de 2011, como se olvida convenientemente, España estaba bajo un ataque especulativo que puso la "prima de riesgo" en 300 puntos (si a Alemania los inversores le prestaban al 1% anual, para prestarle a España estaban exigiendo el 4% anual). ¿Por qué le cobran más a los pobres que a Alemania? Porque confían en que Alemania pague porque tiene una economía sólida, mientras que no ven con tan buenos ojos a España. Compensan lo que ven como un riesgo como mayores tasas. Pasa lo mismo cuando un banco le presta a una persona o empresa.

El gobierno de Zapatero calculó que con la reforma le daría confianza a los inversores y lograría que bajara la prima de riesgo, además de que la Unión Europea ya estipulaba que la estabilidad presupuestaria debía incluirse en las constituciones de los países. Y al hacerlo, España podía participar en el fondo europeo para la estabilidad presupuestaria (que compra deuda a interés más bajo, ahorro para todos nosotros). Y la modificación al 135 en realidad no cambiaba nada, simplemente ponía en la Constitución lo que ya estaba en las leyes... con reformas cuyos efectos no van a entrar en vigor sino hasta 2020 (Punto 3 de la Disposición adicional única). Ni hubo maldad, ni se entregó el país ni se sacrificó nada ni se cambió nada... ni ninguno de los problemas que hemos tenido desde septiembre de 2011 se pueden vincular ni aún lejanamente con la reforma. Salvo que el PP la ha usado como pretexto para sus más brutales recortes, los mismos que el gobierno socialista trató de evitar en lo posible.

Pregunta en Podemos qué tiene de malo el 135 y te dirán que "privilegia la deuda sobre el gasto social". Pero si no pagas la deuda, no te prestan para seguir manteniendo el gasto social, que tienes que recortar aún más brutalmente. Y precisamente por eso Alexis Tsipras, después de conquistar el poder con un programa demagógico casi idéntico en muchos puntos a las promesas originarias de Podemos, ha visto que no podía dejar de pagar la deuda y su postureo le salió caro a Grecia. Pero los mismos tipos que en Podemos hoy justifican las decisiones de Tsipras como "inevitables" y "obligadas" se han llenado la boca acusando al gobierno de Zapatero de haber actuado voluntariamente, con maldad e incluso pronunciando la palabra "traición" con soltura. Lo que revela más de su calidad moral que de los hechos reales de una situación económica que amerita más que gritos irracionales, simplificaciones infantiles y promesas incumplibles.

La trampa del 135 (agosto de 2011)

Zapatero firmando la reforma constitucional. 
El sitio Formspring donde respondí muchas preguntas hace algunos años, ha pasado a mejor vida. Tengo copias de todo, pero ahora no está accesible en línea. Por eso quiero compartir esta reflexión del 24 de agosto de 2011, antes del adelanto electoral, al día siguiente que Zapatero propuso la modificación al artículo 135 que ha sido el caballito de batalla del PP y de Podemos para montar sus respectivos teatros de falsedades, el PP para destruir el estado de bienestar que erigió el PSOE prácticamente en solitario, y Podemos para ocupar el lugar del propio PSOE mediante la demagogia y la simplificación. 
No creo ser un analista especialmente dotado. Esto significa que lo que yo podía ver hace cuatro años lo podía ver cualquiera, y quien optó por no verlo no creo que tenga mucho derecho al lloriqueo y menos aún a la impunidad en la mentira. Reproduzco la respuesta tal como la redacté en ese momento, errores y omisiones incluidas. 
Como segunda parte, en la siguiente entrada, una respuesta adicional sobre el 135 que di a principios del 2015, corregida y revisada, con datos que han sorprendido a muchos que llevan cuatro años opinando sin tener idea de qué trata el asunto.
Hola! No hago más que buscar información sobre qué es "el techo de gasto", "límites de gasto público"... pero no me aclaro, lo podrías hacer tú? Si se obrase un "milagro" y pudiéramos votar realmente no sabría el qué votar ni por qué. 

Simplificando, porque la situación es mucho más compleja y no pretendo entenderla en su totalidad pues no soy economista, igual alguien con más información viene y me da una colleja, pero la idea general es la siguiente:

Los países, como muchos particulares, viven de crédito. Es decir, se financian pidiendo dinero prestado a los particulares en la forma de bonos que van pagando a largo plazo, es la llamada "deuda pública" (distinta de la deuda privada, que es lo que personas y empresas le deben a prestamistas de otros países). Esto lo hacen todos los estados, de derecha o izquierda, pobres o ricos. Y los dueños del capital financiero que compran los bonos (o, más bien, sus empleados dedicados a ello y los empleados que califican las economías como Standard and Poor's) deciden si el riesgo vale la pena o no.

La llamada "prima de riesgo" es el sobreprecio de interés que exigen los compradores para adquirir esos bonos comparado con un marco de referencia que es Alemania (los bonos se compran en subastas). Si para comprarte tus bonos te exigen que les pagues un interés de 1% más que Alemania, la prima de riesgo son 100 puntos, si piden 3,16% más, la prima de riesgo es de 316. Así, viene resultando que las economías más débiles o más endeudadas tienen que pagar más intereses por el dinero que piden prestado que las economías más fuertes. (Lo mismo pasa en la banca privada, un milmillonario puede conseguir préstamos a tasas de interés mucho más bajas que un pelagatos como yo.)

La diferencia entre lo que un gobierno de un país ingresa en un año (por impuestos, servicios y demás) y lo que pide prestado en ese año es el tal "déficit", que se mide como un porcentaje del Producto Interior Bruto del país. Si un país se endeuda demasiado y no tiene una economía sólida, el peligro que corre es que nadie quiera comprar sus bonos o se los compren a intereses tales que una parte demasiado grande del dinero de sus ingresos se vaya en intereses y tenga que desposeer a su pueblo de servicios y bienes. Si no le compran sus bonos, se queda sin dinero, no puede pagar a sus funcionarios y a sus proveedores, y entra en suspensión de pagos como una empresa o un particular. Si ello llega a pasar, no es sólo que el estado se arruine, sino que el país entero se arruina, la actividad económica cae, nadie compra, muchos venden, el desempleo se dispara, la moneda pierde valor, etc.

Países como Grecia, al borde de la bancarrota, son "rescatados" dándoles (o prestándoles a bajo interés) dinero para que paguen sus altos intereses a los prestamistas, pero a cambio de que reformen su economía de modo que garanticen que el día de mañana podrán pagar tanto a los acreedores originales como a los países que les prestaron dinero para "rescatarlos", lo que los pone en una situación de sumisión terrible.

(Nota 1: Todo esto creo que ayuda a entender también por qué las incesantes declaraciones del PP contra la economía española son una deslealtad rayana en la traición: so pretexto de reventar al PSOE han corrido el riesgo de realmente hundirnos, llevarnos a una prima de riesgo insostenible y a la consecuente bancarrota y "rescate" ruinoso para todos menos para los dueños del dinero.)

(Nota 2: No digo que esto sea bueno, simplemente describo cómo está organizado el mundo y aunque sea deseable reorganizarlo, o sea claramente injusto y beneficie al poderoso -como siempre- el proceso para refundar la economía mundial en todo caso sería bastante más complejo, exigente, tardado y necesitado de poder de lo que suele creer un par de miles de bienintencionados justamente cabreados echándose el rollo en una plaza.)

Para controlar la crisis, una de las cosas que se plantea la ortodoxia económica es la reducción del déficit, es decir, que no puedas pedir prestado más de un determinado porcentaje por encima de tus ingresos. Aunque eso suena en principio razonable, tiene el peligro de que bajo gobiernos neoliberales, cuando es necesario reducir el gasto empiezan desde abajo, en las prestaciones sociales: sanidad, escuelas, vivienda pública, servicios. Por eso algunos simplifican diciendo que la propuesta "reduciría el gasto social", sobre todo si gana Rajoy, cosa que pocos parecemos estar dispuestos a tratar de impedir. En este caso, los países económicamente poderosos de la zona euro (Alemania y Francia) han exigido que se establezca un límite para reducir el déficit que perjudica a todos.

En un gobierno progresista, se puede reducir el déficit y controlar el gasto pero desde arriba: eliminar prebendas de políticos, dar pasos sólidos para disminuir el dispendio, beneficios fiscales absurdos, la corrupción, etc. Pero no es fácil. Sobre todo no es fácil cuando el gobierno "progresista" está por un lado agarrado de las bolas por parte de los dueños del dinero y por otra parte no tiene el apoyo de sus propios ciudadanos para tener cierta fuerza política que le permita enfrentar la exigencias exteriores, que es lo que le ha pasado a Zapatero. Hay acciones absolutamente indeseables y "no de izquierda" que se ve obligado a asumir porque está bajo chantaje de quienes nos pueden realmente hundir en la miseria, pero esto no debe hacernos olvidar que esas acciones, y muchas más, serán emprendidas con alegría e intensidad por un gobierno vocacionalmente neoliberal como sería el de Rajoy. Si Zapatero hace X y está mal, y nos cabrea, y nos indigna, y nos parece inaceptable, esto no quita que Rajoy hará X elevado a la n potencia.

Quienes simplemente se oponen a limitar el déficit, por desgracia, no ofrecen más opción que "no quiero, no quiero y no quiero", sin proponer alguna alternativa razonable para solucionar el problema de una economía rengueante como resultado de décadas de malas prácticas puestas en solfa por una crisis mundial, no inventada en Moncloa, sino mundial de verdad. Es decir, si no limitamos el déficit, ¿lo que queremos es que el gobierno (socialista o neoliberal, da igual) tenga libertad absoluta de endeudarnos hasta arruinarnos?

Por otro lado, si se pone un techo al déficit y por tanto se ponen las bases para limitar el gasto público, ¿cómo hacemos para que esto no se convierta en una pérdida adicional de logros del estado de bienestar como ha ocurrido en todos los países desde que la dupla Reagan-Thatcher decidió recuperar el mundo de los malvados rojos?

No hay respuestas fáciles, pues, por mucho que digan que con un referéndum que rechace la reforma alcanzaremos la utopía recubierta de rico chocolate, o los otros digan que basta reducir el déficit para que mañana todos desayunemos en tacita de plata.

En un mundo racional y razonable -según yo- las fuerzas sociales (como los sindicatos, minipartidos, 15M y demás) aprovecharían para ofrecerle su apoyo al gobierno a cambio de que la reforma constitucional incluyera otros puntos para evitar los recortes sociales, garantías de mayor transparencia y estipulaciones sobre gastos intocables (digamos, porcentaje del PIB para educación y sanidad en función de la población atendida). Así se podrían tener los beneficios que ciertamente ofrece el vivir menos de prestado sin por ello sacrificar demasiado los derechos sociales. Pero no veo a nadie interesado en ello. La reacción ha sido la habitual de "todo o nada" que se limita a salir a la calle con una pancarta que empieza "No a..." y organiza una recogida de firmas inútil para que se vea que no queremos eso sin saber ni qué es ni con qué se come.

El más probable resultado de esa miopía de los activistas sociales (y de los intereses espurios de algunos, como los líderes sindicales corruptos y comodones, la pseudoizquierda decimonónica necesitada de algún escaño más para sus jefecillos y los profesionales de la agitación) será, por desgracia, que la reforma constitucional se hará sin más, ni concesiones, ni límites ni añadidos en favor de las mayorías... luego entre todos auparán a Rajoy al poder y en un par de años se harán realidad las predicciones de quienes se oponen a la reforma pero no hicieron nada por moderarla o aprovecharla en su beneficio.

31.5.15

Las revoluciones de Mack Reynolds

Hace unos días me estuve acordando de Mack Reynolds, escritor de ciencia ficción injustamente olvidado.

Dallas McCord Reynolds, escritor
que firmaba principalmente como
Mack Reynolds
Lo conocí en 1978 en la Convención Mundial de Ciencia Ficción, hicimos buenas migas y descubrí que vivía en México, en San Miguel Allende, Guanajuato, de modo que 1979 fui a hacerle una larga entrevista quedándome como huésped en su casa durante varios días, alimentado por los impresionantes platillos de su esposa Helen (responsable de la cocina de un importante hotel de la ciudad), cuyos langostinos al curry aún recuerdo 36 años después. En las comilonas, Mack me iba contando su vida como consultor de IBM y después su servicio militar en la SGM y cómo decidió convertirse en escritor en vez de volver a su trabajo anterior.

Mack hacía una ciencia ficción singular y de enorme valor que era su sello personal: la ciencia ficción socioeconómica y profundamente crítica. Su punto de partida era una visión originalmente favorable a la economía centralmente planificada del comunismo soviético que sin embargo no dejaba de ver ni los beneficios del capitalismo ni los problemas del autoritarismo y el centralismo. Me contaba cómo su padre, Verne, había sido dos veces candidato a la presidencia por el Socialist Labor Party, el más antiguo partido marxista de los Estados Unidos (que aún existe, por cierto). Mack perteneció al partido y militó en él de modo muy activo como organizador sindical y parte de la campaña presidencial de John Aiken en 1940... pero en 1958 se vio obligado a dejar el partido por su posición heterodoxa y por haber publicado el libro How To Retire Without Money (Cómo retirarse sin dinero) bajo el seudónimo de Bob Belmont, por "apoyar las afirmaciones fraudulentas de los apologistas del capitalismo, a saber, que el capitalismo ofrece incontables oportunidades a los que están 'alertas'".

Recuerdo su novela Tomorrow Might Be Different, cuya premisa era que la Unión Soviética empezaba a ganar la guerra fría inundando los Estados Unidos con productos para el consumidor baratos y de gran calidad, como cámaras fotográficas. La novela narra el contraataque estadounidense mediante la religión. La recordé mucho años después ante la fascinación que vi en Cuba por las "menudencias del mundo capitalista" que representaban algo valiosísimo para los desposeídos de la isla: pantalones vaqueros, maquillaje, zapatos, cámaras fotográficas, desodorantes... Mack se daba cuenta de lo perverso y absurdo que era que la URSS pudiera poner hombres en el espacio pero no fabricar una lavadora y una televisión decentes, ni darle de comer debidamente a su población... y lo perverso que era también que países verdaderamente ricos mantuvieran niveles de desigualdad indignantes y se pudieran dar el lujo de la pobreza.

Recuerdo otro relato donde un grupo de revolucionarios -porque Mack siempre estaba haciendo la revolución, creía que era un proceso permanente y necesario- subvertía el orden establecido vendiendo productos tan simples como jabón, pero sin marca, sin envoltura, sin colores interesantes y entregado a domicilio. Sus ofertantes eran perseguidos por la policía ya que el precio hay que ofrecían sus productos era bajísimo gracias a que se ahorraban el gasto en empaques, publicidad, comisiones de distribución y venta y otros elementos. Esto mucho antes de que existiera la profesión de plañidera del consumismo...

La visión de Mack era tan clara que le permitió prever que sobrevendrían el predominio de las tarjetas de crédito en la economía, Internet o una Europa comunitaria. No era magia, era conocer las sociedades. Y al escribir ciencia ficción se permitía audacias heterodoxas como la idea del "capitalismo del pueblo", donde la economía de libre empresa era dominada por los trabajadores como dueños de empresas privadas, o la advertencia de que el "centrismo radical" (hola, Podemos, hola Ciudadanos) podría ser una conspiración de los poderosos para volver apáticos y acríticos a los ciudadanos comunes. Era además un crítico sólido del islam, del racismo y del sexismo, como muchos pioneros de la ciencia ficción comprometida de su época.

Mack entendía algo que muchos no entienden: que el bienestar económico era sólo una parte de la satisfacción humana y que no se puede elegir entre derechos y libertades, que ambos son esenciales en una sociedad sana y justa. Por ello, en sus utopías de mundos donde ya no hay necesidades materiales, donde priva la igualdad y han desaparecido enfrentamientos como los de clase, Mack imaginaba a revolucionarios que las confrontaban para encontrar sentido a sus vidas o para romper una igualdad que resultaba injusta.

El valor de Mack para pensar distinto, para desafiar a los dogmáticos del capital y del marxismo, me hizo admirarlo y mantener una memorable amistad por correo (sí, de papel y cartero) los siguientes cuatro años, hasta que Helen me informó de su muerte, a la temprana edad de 65 años.

Ojalá se le leyera. Ahora hace más falta, incluso, que en los tiempos en los que escribía.